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El Telégrafo

Los Justin Bieber de la política son ahora candidatos

03 de noviembre de 2013

Parecen lindos y atractivos. Se visten muy a tono con la moda de las tiendas criollas con franquicia internacional. Van al mercado como para respirar pueblo y aspiran a conectarse con ese mundo ajeno y redondo para alcanzar la popularidad, aunque para ello hagan uso del más rancio populismo y clientelismo. Hablan de unidad y lo que menos quieren es hacer negocios juntos. Es demasiado a lo que aspiran como para compartir con su pana o consorte ideológico.

Son los mismos que hablan del desastre de la capital, pero van en “trole” sin saber dónde queda la parada de La Marín. Son los que van a Washington a hablar de libertades, pero al interior de sus tiendas políticas reciben su candidatura vía Twitter. Son aquellos que financian murales para que salgan sus panas como los héroes libertarios de la independencia o como artesanos, para con ello agarrar mejores aires en la campaña electoral. Y también están los que sufren cuando tienen que coincidir con los postulados de la izquierda cuando se trata de oponerse al Presidente de la República.

En otras palabras, son del mismo molde que el mundo farandulero ha creado un Justin Bieber: banalidad absoluta, vacíos conceptuales en todas sus supuestas reflexiones, pura facha y cero condumio, hablar bonito para no decir nada. Claro, imaginan que esos miles de adolescentes que van a los conciertos del “niño hueco” son su electorado predilecto y al que tienen que llegar con sus mismas ideas. Creen que las imágenes reiterativas de la televisión son el reflejo real de nuestra juventud y que, por lo mismo, pueden hablar cualquier pendejada para aspirar a ser alcaldes, prefectos o concejales.

Son del mismo molde que el mundo farandulero ha creado: banalidad absoluta, vacíos conceptuales, pura facha, hablar bonito y no decir nada

No saben que miles o millones de jóvenes ecuatorianos piensan y sienten de otro modo su entorno y realidades; que muchísimos de ellos forjan otro tipo de imaginarios y estéticas, que no son reflejados por los medios de comunicación. Como decía Lucrecia Maldonado en estas mismas páginas: Ecuador tiene talento, pero no es el que promocionan las marcas que auspician los canales de televisión por solo ganar rating y con ello publicidad. El talento nacional está en un sinfín de acciones y tareas que hacen a este país más parecido a su gente. Está, por ejemplo, en esos miles de profesionales que ahora construyen otra nación.

Los Justin Bieber de la política nacional están equivocados de república: nunca hablaban de ecología, hasta que se decidió explotar el uno por mil del Yasuní; el aborto era el pecado más grande de la humanidad, hasta que un grupo de asambleístas propuso legalizarlo cuando se trata de una concepción producto de una violación; el cambio de la matriz productiva no era su prioridad, hasta que esa propuesta cuestionó a los empresarios que solo pensaban en comerciar en y hacia Miami; el buen vivir eran palabras huecas, hasta que se dieron cuenta de que por ahí podían colarse en el poder para volver al pasado más neoliberal.

Esos Justin Bieber que hablan de tolerancia, pero que entre ellos no se soportan, son los mismos que hablan de unidad, pero dejando de lado a los verdaderos actores y sujetos sociales de la transformación. Y ellos son los que hablan del caos de la ciudad cuando andan en diez autos distintos porque sus financistas les dan uno para cada barrio o zona, de modo que no se vean mal en el entorno.

Lástima que los más “sesudos” analistas, que tienen columnas semanales en los medios privados y comerciales, ahora callen frente a esas bascosidades de la política porque su pensamiento solo está concentrado en el sector que más y mejores propuestas ha hecho para cambiar este país.

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