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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Los informantes

01 de mayo de 2015

Hace pocas semanas -con el auspicio del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana- fue lanzado el libro La CIA contra América Latina. Caso especial Ecuador, de los autores Jaime Galarza, Philip Agee y Francisco Herrera. En octubre de 1975, en la ciudad de Londres, Galarza realiza una entrevista al exoficial de operaciones de la CIA. En sus páginas aparecen varias personas que fueron reclutadas por la embajada del imperio para que cumplan determinadas ‘tareas’.

Agee recuerda fechas, circunstancias y los objetivos políticos que cada acción perseguía. Los ecuatorianos mencionados por el exoficial de inteligencia son: Agustín Mora Bowen, miembro de la Junta Militar que depuso a C. J. Arosemena. Coronel Aurelio Naranjo, ministro de Defensa. General Marcos Gándara, miembro de la Junta Militar. Coronel Reynaldo Varea, “nuestro agente a sueldo, que estaba recibiendo 800 dólares por mes”. Gustavo Salgado, columnista de El Comercio, “uno de nuestros principales agentes de propaganda”.

Nos permitimos transcribir una pregunta de la ya citada entrevista. Jaime Galarza -A propósito de Ecuador, usted afirmaba en una entrevista que los hombres de la CIA prácticamente lograron subvertir el orden dentro del país en 1960 y 1963. ¿Es cierta esta afirmación? Philip Agee -Sería más exacto decir que la CIA apoyó a fuerzas internas que subvertían el orden. Ella no puede hacer todo por su cuenta. Tiene que aprovechar de mucha gente, de los agentes y colaboradores locales. La CIA tiene que maniobrar a través de fuerzas políticas nacionales. Puede dar dinero, equipos, entrenamiento, entregar su propia experiencia y toda clase de apoyo y consejo; pero al final, son las mismas fuerzas reaccionarias en cualquier país las que aprovechan lo que puede aportar la CIA (…).

Siguen -entre otros- varios nombres más: Carlos Arízaga Toral y Carlos Arízaga Vega, “recibían dinero de Noland (Jefe de la Estación en Quito) para la campaña anticomunista en Cuenca”. José María Egas (poeta laureado). Carlos Roggiero, coronel Jorge Gortaire, coronel Roger Paredes, José Vargas, “nuestro agente en la Policía”. Mayor Raúl González (quien luego dirigió el fallido golpe contra el general Rodríguez Lara). Alfredo Albornoz, banquero. Desfilan también por las páginas del libro algunos ‘técnicos’: Ing. Alfonso Rodríguez, encargado de las redes de líneas (telefónicas) exteriores de Quito; y el Ing. Rafael Bucheli. “(…) Las conversaciones eran llevadas a la casa de Bucheli, donde instalamos los equipos de grabación”. Los dirigentes de la CEOSL, Matías Ulloa, Ricardo Vásquez y Carlos Vallejo. “Yo pagaba los sueldos de los tres agentes y subvencionaba todos los gastos de la CEOSL”, afirma Agee.

Los WikiLeaks -proporcionados por Assange- revelan varios nombres de asiduos visitantes que concurrían (siguen concurriendo, muy probablemente) a la embajada, para degustar desayunos, almuerzos, cenas y unos cuantos coctelitos. Se puede inferir que informan sobre el trabajo cumplido. Probablemente saldrán con nuevas órdenes bajo el brazo y los bolsillos llenos de papeles verdes. ¿Conocerá esta gente que, en Ecuador, sí existen trabajos decentes?

Sería interesante que el Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura diseñen y ejecuten una campaña de lectura para que nuestros jóvenes conozcan el libro que comentamos y el publicado por Orlando Pérez: WikiLeaks en la mitad del mundo. Las vendas de los ojos… ¡caerán! (O)

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