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El Telégrafo

Los indígenas y Leonidas Proaño

02 de septiembre de 2013

El pasado 31 de agosto se cumplieron veinticinco años de la muerte de Leonidas Proaño: el Obispo de los Indios. Cuando se habla de Proaño, no se reduce a hablar del individuo, sino de todo un profundo proceso de liberación, de una iglesia liberadora que salió de los privilegios y comodidades en que se encontraba para ir en busca de su pueblo.

El proceso que inició Proaño no fue improvisado, fue producto de profundas reflexiones, de un acercamiento diario, cotidiano, compartiendo, pero sobre todo de escuchar las demandas históricas de los pueblos indígenas que históricamente vivieron excluidos de la vida social y pública pero a su vez el pilar que sostenía la economía hacendataria explotadora en Chimborazo. Estando junto a los indígenas en las comunidades, Proaño entendió que la paz se hace compartiendo, es decir, que si no hay equidad, luchas por la repartición de la riqueza, por la democratización de los medios de producción, no sería posible vivir en paz.

Por eso denunciaba a cada instante el que los cristianos en general debían asumir una posición comprometida con sus prójimos, con los más necesitados, entre ellos: los indígenas. Las élites aristocráticas de la provincia eran fiel reflejo de la decadencia del poder del sistema hacendatario en el Ecuador. Por eso el obispo comprendió rápidamente que el indio necesitaba emerger con toda su fuerza para contribuir con la transformación del país; que no habría un Ecuador justo si seguía primando el “pecado social”, esas estructuras capitalistas de explotación, que herederas del pasado colonial, constantemente intentan mantener las desigualdades sociales, naturalizar la dominación y que prime el olvido en la sociedad.

Proaño invocaba permanentemente a la memoria del pueblo, de que no debemos olvidar los agravios, los sometimientos de todo tipo que nos distraen de la gran tarea de transformar el Ecuador en una sociedad equitativa. Recordemos a todos los que juntaron fuerzas en la obra: obra de hombres y mujeres comprometidos con la liberación del oprimido. Cuan fundamental fue este esfuerzo para levantar las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador -ERPE- para que aprender a leer y escribir no fuera algo  meramente formal, sino que, “dibujando las letras” y leyéndolas, el pueblo indígena podría alcanzar otro nivel de conciencia social, comunitaria y política.

Proaño entendía que el hacer liberador es un hacer político más allá de lo partidista ya que solo así se terminaría con el orden opresor. Combatir la pobreza hoy más que nunca es una tarea que invoca a la obra de Proaño. El pasado jueves en el estadio de Riobamba se observó un nuevo renacer del Movimiento Indígena de Chimborazo; aquel movimiento que Proaño fue su cofundador, como fue de la Ecuarunari. Fortalecer la memoria social y comunitaria ha hecho que prime la necesidad de diálogo en estos tiempos de transformación histórica y se desenmascare a aquellos que vivieron de hablar del Obispo de los Indios pero para aumentar sus riquezas personales.

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