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El Telégrafo

Los gobiernos de mano dura

18 de abril de 2013

Alejada del poder por voluntad de las mayorías, a la derecha y su prensa les ha dado por fingirse defensoras de todos quienes resisten a la ley y a la autoridad pública: de los antimineros del Austro, los diez de Luluncoto o los tirapiedras del colegio Central Técnico. Pero muchos dudamos de la sinceridad de esa defensa, que parece encuadrarse en la máxima maoísta de “combatir todo lo que el enemigo apoye y apoyar todo lo que el enemigo combata”.

Ironías de la vida, la misma derecha que creó leyes duras para reprimir la resistencia popular al neoliberalismo y que tipificó el delito de rebelión contra la autoridad, ahora critica la “represión de la protesta social” y acusa al gobierno de emplear mano dura contra los ciudadanos que se le oponen.

Eso nos lleva a recordar a los verdaderos gobernantes de “mano dura” de nuestra historia, comenzando por don Vicente Rocafuerte, un demócrata cabal y propulsor de la tolerancia religiosa, pero que enfrentó con dureza el bochinche y la anarquía de su tiempo, proclamando: “palo y más palo es lo que necesitan estos pueblos”.

Sigue en la lista el terrible don Gabriel García Moreno, ícono mayor de nuestra derecha, que gobernó quejándose de la “insuficiencia de las leyes” y empleó generosamente el fusilamiento, los azotes y la cárcel contra sus enemigos políticos, dizque como otros medios de estimular el progreso nacional.

De menor monta que ese grande y honestísimo tirano fue Plácido Caamaño, al que en la Edad Media hubiesen llamado “el cruel” o, mejor, “el pícaro”, puesto que fusiló tanto como robó, culminando su carrera pública con la “Venta de la bandera”.

¿Y qué decir de Tamayo, ese gobernante de la “bancocracia” que ordenó la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922 y luego la masacre indígena de la hacienda Leyto, en Tungurahua? ¿Y cómo olvidar a Arroyo del Río, temible dictador con membrete constitucional? ¿Y cómo no recordar a Camilo Ponce y su teoría de que los gobernantes tenían “derechos implícitos y facultades potenciales” que iban más allá de la Constitución?

A Febres Cordero lo recordamos todavía por su parecido moral con Caamaño, por sus crímenes de Estado todavía no resueltos y por su teoría de que “a los guerrilleros, como a los pavos, se los mata la víspera” (Torbay dixit). E igual al “dictócrata” Gutiérrez y sus abusos.

Frente a ellos, Correa aparece como un gobernante de mano blanda, cuya única dureza consiste en usar plenamente sus facultades constitucionales y buscar la aplicación de la ley para preservar el orden y el respeto a la autoridad.

Empero, la derecha lo combate porque su supuesta “mano dura” no está enfilada contra el pueblo, según el uso tradicional, sino contra los ricos abusadores, los banqueros pícaros y los millonarios evasores de impuestos.

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