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El Telégrafo

Los espías domésticos

11 de octubre de 2013

Ya es muy conocido el espionaje mundial lanzado por Estados Unidos, del cual la máxima potencia no se avergüenza ni es capaz siquiera de dar razón. Lo hace, sin más. Ante las exigencias de explicación por parte, por ejemplo, del gobierno brasileño, simplemente calla. Lo cual es una forma de reírse silenciosamente de sus interlocutores; de decir, "nosotros podemos, de modo que hacemos cuanto queremos". La justificación y la legitimación -otrora decisiva preocupación de la inteligencia estadounidense- están ahora por completo ausentes.

Lo curioso es que estas operaciones ilegales no se realizan sin apoyos locales. Apoyos decididos a abonar abiertamente esa ilegalidad, en algunos casos; en otros, a hacer de alfombras genéricas de la estrategia estadounidense, a dejarse pisotear por ella. De esto último hay casos en varios gobiernos y en muchas oposiciones -las que se dan en Venezuela o Argentina, por ejemplo; en tales casos los políticos concurren a las respectivas embajadas de la Gran Potencia como a la casa propia. Allí reciben invitaciones, instrucciones, van a contar chismes que puedan servir a la geoestrategia imperial. Lo mísero que esto resulta, no les quita a tales personajes la decisión de hacerlo, pues calculan -no sin razones- que el apoyo político del Norte en algún momento podría darles buenos réditos. De tal manera, en la Argentina hay verdaderos desfiles hacia la Embajada local de los EE.UU., los que no por humillantes para sus efectores, dejan de ser útiles para la estrategia imperial en cada uno de nuestros países.

Ahora se sabe que, para referirnos  al primer tipo de apoyo local, el gobierno australiano conocía el espionaje estadounidense sobre su propio territorio y ciudadanos. Para "evitarles a éstos el mal rato", en acto de dudosa protección, el gobierno australiano silenció lo que sabía y ocultó la información a su población.

Es evidente: el apoyo local potencia las posibilidades del espionaje extranjero. De tal manera, queda claro qué clase de lealtades sostienen  muchos políticos de diversas partes del globo: la del personal bolsillo, la del ascenso individual, la de dar la espalda a los intereses del propio país y de sus propios compatriotas. Se mantienen en la actitud de servir genuflexamente al más fuerte mientras hacen olvido de aquellos que más débiles son y que menos acceso tienen, no solo a bienes y servicios, sino a un lugar desde el cual poder pronunciar su propio sitial en la historia humana.

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