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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Los bravucones resurgen en la política

10 de enero de 2015

Ciertos columnistas y políticos, machistas, pero no con referencia a la actitud de prepotencia de los varones  respecto a las mujeres, o a la poca o ninguna consideración hacia las mujeres por creerlas inferiores a los hombres, según el Diccionario de la Lengua Española, sino al bravucón o fanfarrón que presume de valiente, desde lejos, desde su escondite, para poder escapar en silencio al sentirse descubierto en su despreciable arrogancia.

En una sociedad organizada con la dirección de un régimen constitucional y democrático que respeta la libertad de expresión, es indispensable acatar el orden constituido y someterse, sin subterfugio, al imperio de la ley para garantizar la paz y la justicia.

La oposición política y su principal aliada, la prensa ‘independiente’, reactivan acciones agresivas con la intención de boicotear el justo tratamiento de las enmiendas constitucionales, a nivel de la Asamblea Nacional. Ciertos articulistas comenzaron a ensayar las primeras bravuconadas, y a manera de amenaza, a pesar de reconocer el riesgo, llaman a otros a sumarse a la insurrección “aunque tenga que ser a cañonazos”, hasta el derrocamiento de lo que ellos denominan ‘dictadura perpetua’.

No confundir, crítica saludable, análisis altivo, denuncia o queja fundamentada o propuesta cívica con sedición, injuria o calumnia, delitos penados por las leyes de la República. Un periodista no es juez para emitir dictamen en algún proceso fuera de su competencia. No procede exaltar o defender a un político, militante de la oposición, sentenciado por los tribunales de justicia, debido a su implicación en un juicio por crímenes, y a otros, de irregular conducta.

No se trata de una expresiva ‘dosis de piedad y amor al prójimo’, sino de una disimulada y astuta forma de hacer oposición al régimen del Buen Vivir. Los periodistas bravucones, ahora, en su nueva estrategia, insultan, soterradamente, se proclaman valientes y tildan de cobardes a los que no se agregan al coro de calumniadores, pero al momento del llamado a la justicia, tiemblan y se apresuran a pedir disculpas, tardíamente.

Decía Máximo Gorki: “Se puede engañar a todo el mundo, menos a la verdad”. El periodista académico graduado, o de  excelente formación, busca la verdad, plantea el diálogo, analiza, reflexiona, informa y orienta sobre la base de hechos ciertos, documentos certificados, sus  principios y desechando la ofensa y los rumores. Como un convencido de su misión, no teme ni finge de valiente, guía sin ofender y contribuye a mejorar la administración pública, a consolidar la paz y fortalecer la democracia.

A los tercos y bravucones les recordamos que el periodismo, según la enseñanza de los grandes maestros, es una actividad de servicio a la humanidad, dirigida a difundir la verdad y tratar con decisión los problemas que afectan a los pueblos, en busca de un cambio de comportamiento de la sociedad y en procura de mejorar las condiciones de vida, especialmente de los sectores mayoritarios. Copiando a Goethe: los bravucones solo amenazan cuando están a salvo.

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