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El Telégrafo

Los alcances y límites de la crisis de la derecha

10 de febrero de 2013

La derecha ecuatoriana atraviesa  una de sus peores crisis históricas. Solo hay dos momentos parecidos, que los historiadores sabrán explicar mejor: cuando el garcianismo, en la segunda mitad del siglo XIX, agonizaba; y tras el fracaso del mahuadismo, con la debacle financiera, cuyo origen está en la presidencia de Durán-Ballén.

Ahora, esa gama de expresiones derechistas, que no encuentra una organización unificadora (algunos esperaban que fuese el PSC), se diluye en los personalismos de dos o tres aspirantes a liderar este sector político. Tras la desaparición de la Democracia Popular, de los partidos Liberal y Conservador, sin descontar todas las ramificaciones populistas, la derecha modeló un partido llamado CREO.

Alrededor de él han confluido los restos de lo que se llamó en su momento partidocracia: ex presentadores de televisión, dirigentes de gremios empresariales, socialdemócratas, demócrata-cristianos, cefepistas, liberales, socialcristianos, militares en servicio pasivo y hasta uno que otro ex gutierrista y noboísta, sin dejar de lado a un Auki Tituaña y su grupo de apoyo político.

¿Qué explica esta amalgama de intereses y supuestas posiciones ideológicas diversas? ¿Qué revelan a la democracia ecuatoriana todos estos actores, unidos alrededor de una figura (el banquero Guillermo Lasso) que les garantizaría -como dice uno de sus candidatos a asambleístas- la respuesta contundente al modelo político fraguado en estos últimos seis años?

Posiblemente hay varias explicaciones. La principal y la más lógica: recuperar el poder para garantizar sus negocios. Instaurar de nuevo, como ya ocurre en España y Alemania, un sistema para que el capital norme y regule la vida democrática. Generar un conjunto de leyes y jurisprudencia para hacer del Estado ese ente tercerizado de las operaciones financieras y comerciales de los grupos poderosos de la economía nacional.

Y algo que no está de más subrayarlo y que Lasso lo grafica bien  en su eslogan: “Más Ecuador en el mundo y más mundo en el Ecuador”. En otras palabras: firmar todos los acuerdos de libre comercio, con todos los países, menos con aquellos de una filiación ideológica de izquierda. Incluso, como gran novedad, ha dicho que podríamos invadir de zapatos a China si desde acá creamos las industrias para hacer negocios con la mayor potencia capitalista del mundo.

La derecha es por esencia naturalista: da por hecho que las cosas son dadas, están bajo un estado natural que se desarrolla por fuerzas innatas y cuasi secretas que los seres humanos debemos dejar actuar para nuestro supuesto beneficio. Y asimila esta situación al extremo de creer que toda propuesta distinta afecta o atenta contra ese principio “natural” del universo y de la humanidad. Por eso no cree en la revolución, y menos aún en los paradigmas para que la sociedad tenga unas normas y unos principios. Eso también explica su poca creencia en el rol del Estado.

Y ahí mismo, en esta tesis, está la razón de la crisis de la derecha: confrontados con el cambio de época, donde unos gobiernos y unos líderes demuestran que se puede administrar la economía soberanamente y con otros mecanismos y herramientas, no encuentran cómo cuestionarlos desde sus ópticas. La derecha latinoamericana siempre dijo que la izquierda era incapaz de administrar una tienda de barrio, que todo lo que tocaba lo aguaba, que si le daban a un izquierdista una empresa acababa con ella en un dos por tres. Resulta que ahora no ha sido esa izquierda tan mala administradora y, por el contrario, ha dado muestras de un manejo eficiente y mucho más responsable desde la mirada económica.

Y, por otro lado, está la crisis de credibilidad y de liderazgo en la derecha, que se manifiesta ahora con expresiones y personas que no alcanzan a sostener un discurso político solvente o, por lo menos, ingenioso para provocar atracciones y respaldos. En la “delantera” de esa derecha están figuras como Álvaro Noboa, Lucio Gutiérrez, Mauricio Rodas, Nelson Zavala y Guillermo Lasso. Solo les une (aunque aquí también se sintonizan otros de la llamada izquierda plurinacional) el lema de cero impuestos y de una liberalización económica, que incluye otras propuestas en el campo laboral y agrario. Ninguno ha dicho que dejará el petróleo bajo tierra, tampoco que no volverán a tener acuerdos con el FMI y el Banco Mundial, pero sí que van a fiscalizar la deuda con China. Se sienten soldados de una misma causa: acabar con Rafael Correa. O con todo lo que él simboliza en estos momentos.

Por tanto, la derecha ecuatoriana, el próximo domingo, podrá medir el grado de su crisis (política y de representación). Lo obvio sería pensar que tras estas elecciones revisen si quieren un Ecuador enmarcado en un desarrollo capitalista moderno o acomodarse a un posneoliberalismo contundente.

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