Llama la atención el conjunto -algo inconexo- de ideas expuestas por Samuele Mazzolini en su artículo ‘Guardarse de los aduladores’. En un inicio, con su argumentación sobre la brújula de la Revolución Ciudadana, pareciera que el extraviado es él. Aducir que la marcha del proceso de Revolución depende más de miedos y añoranzas, es un despropósito. Como todo proceso de cambio estructural, se han afectado poderosos intereses de quienes usufructuaron de una situación anterior de desigualdad y explotación, y ellos indudablemente se han convertido en adversarios y dinamitadores del proceso. Desde la derecha, pruebas sobran en todos los campos. De igual manera, como se lo ha expresado públicamente en diversas ocasiones, se ha entrado ya en una nueva fase donde deben consolidarse los cambios alcanzados; por lo que el “aferrarse a los logros del pasado”, como manifiesta Mazzolini, no es más que la evaluación natural de este proceso de cambio y la constitución de la línea base para medir, desde allí y no más atrás, los nuevos cambios.
Por otro lado, tratándose del tema redes sociales que también le preocupa al articulista, cabe resaltar que el contexto mayor de demandar veracidad en la información que se difunde a través de los medios de comunicación no es una “pretensión del control” por parte del Gobierno Nacional, como sugiere Mazzolini. Es un legítimo derecho ciudadano. Al igual que promover que las redes sociales se constituyan en un espacio favorable para el debate civilizado, con ideas y propuestas, y sin incurrir en agravios o amenazas hacia los involucrados. Este es un requerimiento cada vez más necesario, especialmente, en una sociedad en la que estos espacios se han convertido en una trinchera para lanzar ataques desde el anonimato. ¿Cómo se sentiría Mazzolini si él o su familia fueran amenazados, ridiculizados o insultados a través de estos medios? No se trata, pues, de ser tolerante ante una supuesta ‘irreverencia’ de aquellos, sino de exigir respeto y responsabilidad en el uso de las redes sociales. Sin duda, estas reivindicaciones serán siempre satanizadas por los defensores a ultranza del libertinaje de expresión y aprovechadas por los opositores a todo proceso de cambio.
Son ellos, especialmente, quienes celebran que un payaso inglés como John Oliver, acomode a su antojo las situaciones para hacer chistes, sobre esta justa demanda efectuada por el presidente Rafael Correa. Quizá la inmadurez de Mazzolini ha permitido que se deslumbre y adule la ‘irreverencia’ del comediante. Lo que evidencia que tiene una visión miope del real proceso de lo que es la Revolución Ciudadana, al punto de creer que el Primer Mandatario se deja adular fácilmente. ¡Total absurdo! Los aduladores de la situación de discriminación y explotación fueron muchos, en años anteriores a este proceso de cambio. Hoy, en un Estado de justicia y derechos, sobre el adulo, se impone una realidad que está cambiando.