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El Telégrafo

Lo técnico y lo político

12 de agosto de 2013

Todo proyecto político tiene sus propios riesgos, por lo que debe luchar no solo con los sectores que se oponen al mismo sino a las distorsiones internas que se producen por particulares visiones, puntos de vista, intereses, etc., sin embargo, uno de los peores obstáculos para el avance de un proceso que tiene como objetivo la transformación social es la burocracia. Por sí misma no es un problema, se convierte en tal cuando distorsiona procesos, funciones, metas, fines, etc., tratando de imponer sus propios ritmos al proyecto político.

Por eso se ha reclamado un sinnúmero de veces que los procesos técnicos no son meros pasos para alcanzar algo, sino que su mismo quehacer debe estar en función de los requerimientos políticos.
Lo técnico es fundamental para la operatividad de la institucionalidad estatal al servicio de las necesidades de la población, sin embargo, esto no ocurre necesariamente así. Pensemos que en la larga tradición colonial y poscolonial de nuestro país y de América Latina, la burocracia se convirtió en el espacio donde las más rancias élites se enquistaron para que nada cambie y así mantener sus privilegios y por tanto la dominación social. Incluso en procesos de transición como el que vivimos, la propia burocracia y tecnocracia están cambiando de generación, pero eso no implica necesariamente que la mentalidad y las operaciones cotidianas hayan cambiado, porque la máquina del Estado no cambia por voluntad o mejoramiento de procesos, sino porque la tradición del servicio público es percibida de distinta manera y la ciudadanía asume las responsabilidades necesarias, cuestionando, demandando, presionando para que los funcionario públicos cumplan con su deber. Lo técnico no puede estar separado de lo político, si creemos que sí, las consecuencias se verán en la partición, por un lado, de la democracia participativa y, por otro lado, la lentitud e incumplimiento del servidor público.

La decadencia del neoliberalismo fue difundir un credo de separación, purismo entre el burócrata y su oficio y la cuestión política: entre políticas públicas y las acciones políticas que disputan permanentemente todas las formas del poder. Ese mismo credo llevó a anquilosar a la burocracia, degradándola a su mínima expresión; afectando la capacidad de acción y reacción del Estado; ensalzando la religiosidad de que el mercado lo solucionaría todo a través de privatizar el máximo de servicios sociales. Por eso ahora no debemos cometer el mismo error de pensar que la burocracia-tecnocracia no tiene una responsabilidad política. La burocracia debe asumir un proyecto político de manera consistente  y sólida, tanto como servicio público que debe cumplir lo que manda el pueblo, y como ciudadanos comprometidos con las transformaciones sociales. Por supuesto puede haber diferentes posiciones políticas, pero  deben enmarcarse al cumplimiento de un proyecto político, si no ninguna sociedad podría materializar sus demandas y quedaría a merced del boicot cotidiano
de los opositores.

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