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El Telégrafo

“Lo que pasa es que no nos dejaron hablar”

06 de agosto de 2013

Las había mulatas, negras, indias, montubias, mestizas. El auditorio estaba repleto. Algunas llevaban sus coloridos atuendos tradicionales. La semana anterior se graduaban 85 mujeres en la Escuela de Lideresas Rurales de Amjupre, la Asociación de Mujeres de Juntas Parroquiales Rurales del Ecuador. Es decir, son las mujeres del campo que se capacitaron en temas de identidad rural, autoestima, género, formas de violencia contra la mujer, derechos y participación política, comunicación política y uso de las TIC.

Ellas transmitían una fuerza poco común, contraria a los desgastantes y aburridos discursos que suele haber en los eventos de este tipo. ¿Por qué? Creo que fue porque ellas hablaron desde sus vivencias, desde sí mismas, desde su lacerante y desgarradora postergación pero, a la vez, desde lo más profundo del cambio reciente que habían experimentado en sus vidas:

“Hemos dejado a nuestros maridos para que ellos tomen las riendas de la casa, de los hijos, de los animales. Y nosotras, al volver, teníamos que ver cómo estaba todo”.

“Se decía que las mujeres rurales no sabemos hablar, lo que pasa es que no nos dejaron hablar”.

“La mujer del campo, lo más grande que siente es la tierra, porque la vive, la trabajan nuestras manos, manos que no utilizan guantes y que no tienen uñas largas”.

“Hoy hemos avanzado a pasos cortos, pero cuidado, porque las mujeres rurales también sabemos correr”.

Estos discursos no nos han dicho de la inmensa carga de trabajo que sobre ellas pesa cotidianamente, ni de cómo deben enfrentar la pobreza aún afincada, sobre todo, en la ruralidad; no nos han hablado de cómo se las ha marginado del acceso a educación, fundamentalmente a ellas por ser mujeres; tampoco nos han mencionado de cómo deben enfrentar la violencia de sus parejas y la discriminación racial, en un mundo que aún está lejos de la interculturalidad.

Son más de dos millones y medio de mujeres rurales en  Ecuador. De ellas, de acuerdo a datos del Censo de Población de 2010, más del 11% no tiene ningún nivel de instrucción. Y la mayor parte, esto es el 38%, apenas ha completado la primaria. En ese contexto, ustedes estarán de acuerdo conmigo con que la capacitación y el empoderamiento de estas mujeres es una verdadera proeza, que se debe a su esfuerzo individual, pero también a su organización en asociaciones y redes nacionales y aun internacionales. Ellas han exigido la declaratoria de la década de la mujer rural, como una forma de reconocer su aporte productivo y como estrategia para eliminar la pobreza y resarcir su exclusión.

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