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El Telégrafo

Lo no punible ante violación

18 de octubre de 2013

Presidente Correa, seguro que Ud. no nos enseñó la rebeldía, pues muchos la llevamos dentro por décadas. Pero es cierto que nos ayudó a advertir a latinoamericanos varios, y por cierto especialmente a quienes son ecuatorianos, que la rebeldía puede ejercerse también desde la cúpula del poder político. Que se puede ser leal, desde tan alto cargo, a los principios éticos que orientan la rebeldía: solidaridad, igualdad, justicia. Y por ello, que la rebeldía puede ser eficaz políticamente, que puede llevar a cabo sus preceptos, que hay una rebeldía que no se riñe con la acción y los logros concretos. Eso nos lo enseñó Ud., junto con Evo, con Kirchner, con Chávez.

Nos enseñó Ud., también, una sana audacia en la política. Ud. ganó sin legisladores su primera elección y transformó esa enorme carencia en una singular base para la fuerza decisoria. Desde allí, inició un camino jalonado por logros macroeconómicos (años consecutivos de crecimiento) y mejora consecuente de la condición de los sectores populares: bono económico, atención en los hospitales y acceso a medicamentos para todos, empleadas domésticas que ahora son conscientes de sus derechos, mayores posibilidades educativas para las nuevas generaciones.

Se ha enfrentado Ud. a no pocos obstáculos. Ha debido Ud. ser fuerte y casi obstinado, a veces., para atravesar la niebla de falsedades y ataques que le ha tocado sufrir desde espacios mediáticos y políticos. Pero tal vez no siempre cabe esa insistencia en las posiciones. Ante adversarios que sean leales a las reglas del juego democrático, Ud. sabe comportarse de manera acorde. Y ante la gente propia, para quienes apoyan sus posiciones en  Ecuador y en cualquier concierto político o académico latinoamericano, también puede no apelarse a esa insistencia.

Es que hay quienes creemos, en Latinoamérica, que cuando hay violación, el aborto es un derecho de la mujer violada. No somos personas que nos opongamos a los procesos populares latinoamericanos, tampoco al suyo. Más bien lo contrario. No son sus adversarios quienes dentro de PAIS así lo piensan. Ellos son sus seguidores, quienes dan la lucha junto a Ud. en múltiples temas. Son un sector de sus amigos y seguidores.

Ojalá, Sr. Presidente, puedan los asambleístas dialogar libremente sobre esto. Ud. tiene todo derecho a sostener su posición sobre el tema. Pero sin duda que es una cuestión de ética personal muy delicada; en Argentina, cuando la Ley de Matrimonio Igualitario, algunos legisladores oficialistas votaron en contra, algunos opositores a favor. Las cuestiones sobre vida, sexualidad, procreación, derechos reproductivos, son discutibles, personales, y no siempre las opiniones coinciden con las que se tengan para la política en el plano social.

Sr. Presidente, su fuerza y su audacia pueden ser funcionales frente a posiciones endurecidas que algunos actores sociales puedan sostener  (ante políticas que favorecen a los sectores sociales más pobres, así como mejoran a las amplias mayorías sociales en general). Pero ojalá pueda Ud. apelar al diálogo y a la comprensión de la diferencia, en el tema de las mujeres violadas y sus embarazos forzosos. Ello permitiría un debate prolongado y sereno, que es necesario frente a una cuestión tan delicada como aflictiva.

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