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El Telégrafo

Lo bueno de ser viejo

22 de octubre de 2013

Por ahí dicen los antropólogos que el ser humano está programado para vivir hasta 200 años. ¡Caramba! Cuánta esperanza nos dan. Pero aquí entran en juego múltiples factores que no nos  permiten llegar ni a la mitad del camino: la polución ambiental, la contaminación de los alimentos, el estrés casi permanente debido a la lucha por la supervivencia, y un largo etcétera que lo puede ser menos o más en cada caso, como el carácter, el entorno en el que se vive, el amor o el desamor que se reciba, los dramas y las tragedias a que se vea afectado el individuo, las enfermedades que haya padecido y el gusto o el desagrado que se ponga en lo que se  hace.

Total, que en muchos casos ni siquiera llegamos a los 75 años, edad que se considera el promedio actual de vida para la humanidad. Pero algunas veces sucede que hay quienes desde su juventud ya han establecido una importante diferencia de logros y de anhelos que la mayoría de sus coetáneos. Y lo continúan haciendo sin desmayo ni limitaciones de edad o de esfuerzos. Que en tales casos parecería que hay por detrás una enorme fortaleza espiritual capaz de superar cualquier barrera, y un condicionante mental que se alimenta de nuevas y cada vez más importantes metas. ¿Qué significa esto? Sin duda que lo expuesto tiene que ver con las diferencias fundamentales que existen entre uno y otro ser. De modo que no podemos esperar la misma actitud ni igual capacidad entre ellos. Sería entonces un lamentable error generalizar cuando se trata de individuos.

Es necesario recordar que, en todas las disciplinas de la vida, es la madurez la que mayores y más valiosos aportes ha entregado a la humanidadLo bueno de ser viejo es disponer de aquella sabiduría que da el conocimiento y la experiencia, sumados a una  gran fuerza espiritual, fórmula ideal para el logro de un ser superior sin importar la edad. Encontramos que, a través de la historia, entre las grandes figuras de la humanidad se encuentran muchos personajes de avanzada edad, como Konrad Adenauer, que comenzó a gobernar la Alemania de la  reconstrucción a los 82 años. Por lo visto, hay que recordar a aquellos ecuatorianos que marginan a los viejos que, en todas las disciplinas de la vida, es la madurez la que mayores y más valiosos aportes ha entregado a la humanidad.

Pablo Picasso, uno de los genios de la pintura universal, quien junto con Georges Braque y Juan Gris fue el creador del movimiento cubista y autor de  “Guernica”, magnífico mural pintado por el español que revive las consecuencias del bombardeo ordenado por Franco durante la guerra civil española. Este extraordinario pintor, cuyo arte ha ejercido una gran influencia sobre las diversas corrientes estéticas del mundo, murió en Francia a los 92 años, todavía produciendo.

Y ya más en la actualidad, se acaba de entregar los premios Nobel 2013 a personajes de edad avanzada, como la canadiense Alice Munro, de 82 años, calificada por la Academia Sueca como “maestra del cuento contemporáneo”. Pero todavía recuerda la humanidad al ruso nacionalizado norteamericano Leonid Hurwicz, quien a los 90 años recibió el Nobel de Economía 2007. Y más recientemente, en 2011, nos emocionamos con el alemán nacionalizado francés.

Stéphane Hessel, quien a sus 93 años publicó su pequeño libro “¡Indignaos!”, que conmocionó a los jóvenes del mundo, quienes despertaron a la realidad de lo que acontece en la actualidad, con la lectura de sus 32 páginas traducidas a diferentes idiomas. Esto originó uno de los mayores movimientos juveniles, los Indignados, que hoy, manifestándose en diversos países,  rechazan la sumisión a los valores económicos.

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