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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Literatura y justicia

03 de octubre de 2014

Me sorprendí cuando el domingo recibí el diario El Telégrafo enfundado. Había una gran razón, o dos, aunque en verdad tres: además del diario venía el suplemento Cartón Piedra, la Revista 7 y, ¡oh sorpresa!, un ejemplar del libro ‘El Proceso’, de Kafka. Y todo por 1 (un) dólar.

La circulación de libros a través de un diario permite difundir la literatura de un modo masivo y es, sin duda, una gran forma de incentivar la lectura. La gran sorpresa es que no se trata de una campaña emprendida por el Ministerio de Cultura o de Educación, sino por el Consejo Nacional de la Judicatura.  Esta colección nos permite comprender –desde la literatura- la justicia. Son 12 títulos de libros de autores nacionales y universales con temáticas vinculadas a las distintas fases de los procesos judiciales.        

Se trata de “vincular los aspectos que subyacen en la condición humana con normas y sanciones que la rigen. La expiación y la culpa, la equidad y la solidaridad como la prueba más alta del concepto de justicia”. Efectivamente a través de hermosos relatos nos adentramos en los vericuetos de la justicia con personajes que nos permiten entender –desde las distintas aristas del alma del ser humano- la ética, la verdad y la justicia.

Entre los títulos nacionales están ‘Un hombre muerto a puntapiés’, de Pablo Palacio; una magnífica novedad: ‘Agua’, de Jorge Fernández; ‘Las tres ratas’, de Alfredo Pareja Diezcanseco; ‘Honorarios’, de José de la Cuadra. Y entre los universales: ‘Yo acuso’, de Emile Zola; ‘Tom Sawyer’, de Mark Twain; ‘La guerra y los yacarés’, de Horacio Quiroga; ‘Diario de un médico loco’, de Leonidas Andreiev, entre otros.

El Encuentro de editores iberoamericanos, que acaba de reunirse en Madrid, concluye que “la industria editorial y los gobiernos de Iberoamérica han fracasado a la hora de forjar nuevos lectores y nuevos planes de fomento de la lectura en el marco del nuevo paradigma analógico-digital”.  

Esta colección ‘Literatura y Justicia’ los contradice, pues en Ecuador hay una institución que entendió el valor de la palabra.

Sin duda, esta colección es un mecanismo inteligente para desde la literatura acercarnos a la justicia. Al mismo tiempo que disfrutamos de buenos libros, en conjunto –ciudadanos y abogados-  podemos comprender, desde la belleza de la palabra, la necesidad de dar paso a “una nueva visión del servicio judicial, en la cual el ser humano debe ser el centro de toda la gestión”, como bien dice Néstor Ardito en uno de los prólogos.  

Cada libro es un descubrimiento. Es un adentrarse en una de las fases de los complejos procesos judiciales. Administrar justicia, lo sabemos, no es tarea fácil. Solo por citar un caso, Fernando Tinajero, al referirse a ‘Yo Acuso’, de Zola, concluye que “su lectura debería ser paso obligado para todo ciudadano que aspire con sinceridad al servicio de elevados valores que son inseparables de la vida democrática en cualquier país que haya proclamado el imperio de la ley”.

Así, ‘Literatura y Justicia’ es también una clara evidencia de que –al fin- la justicia en el Ecuador –para bien de todos- está cambiado.

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