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El Telégrafo

Licencia para matar

05 de abril de 2013

Era la consigna de James Bond. Licencia para matar, otorgada
clandestinamente por los altos mandos políticos occidentales. Aquel célebre personaje de novela nos acostumbró a lo que las series de TV reforzarían después: los enemigos del capitalismo serían supuestamente siniestros y oscuros, viles y criminales. Ello autorizaría toda la vileza y el crimen por parte de "los buenos": se puede matar sin ley, asesinar sin culpa, pues la ley "obstaculiza" la lucha sin cuartel que los ilegales pro-capitalismo realizan contra sus adversarios, a los que tratan como ilegales, lo sean o no.

En este cuento de "los políticos nos impiden acabar con los delincuentes", parece que hubiera derecho a todo; se busca erosionar el ejercicio de la ley y acostumbrarnos a que el poder de las superpotencias lo burle sin consideraciones. Una erosión que se hace día a día por cine y TV, mientras tenemos baja la guardia de nuestra conciencia, entregados al ocio, el descanso o el entretenimiento.

Se ha conjeturado que el cáncer de los líderes latinoamericanos, tras la muerte de Chávez, podría haber sido inducido. Suena a delirio paranoico, y por cierto que resulta indemostrable. Sin embargo, no es por completo imposible; podría haber tecnologías que lograran inducirlo. Es cuanto menos raro -y estadísticamente poco plausible- que Kirchner, Lugo, Lula, Fidel, Dilma, Chávez, hayan padecido todos problemas de cáncer de manera mutuamente independiente. Y está demostrado que se discutió públicamente en el Congreso de EE.UU., hace ya muchos años, sobre el uso de armas tóxicas, discusión en que se conjeturaba sobre la posibilidad de inducir el cáncer.

Hay, por cierto, casos mucho más evidentes e inequívocos. La operación ilegal de tropas de EE.UU. en Pakistán cuando se asesinó a Bin Laden es un claro ejemplo. El asesinato en público, por TV mundial y en imágenes repetibles, del presidente Khadafi fue otro caso casi inconcebible: muerto sangrientamente a golpes ante la vista planetaria. Y ni hablar de esas armas infames llamadas "drones" (hoy investigadas por la ONU), los aviones no-tripulados desde donde se asesina sin juicio previo ni declaración de guerra, donde mueren civiles inocentes y otros declarados unilateralmente culpables por el espionaje occidental, sin juicio, defensa ni condena legales.

Después de las Torres Gemelas se impuso unilateralmente este "estado de excepción", por el cual se sostiene la extraña ambigüedad de declarar (¿legalmente?) una suspensión del estado de legalidad. De tal modo se está naturalizando abusos extremos como Abu Dhabbi, la cárcel de Guantánamo o el uso de aeropuertos europeos para operaciones clandestinas e ilegales de parte de la aviación de los Estados Unidos.

Clama al cielo detener esta situación de arrasamiento de los derechos ciudadanos más elementales, en nombre de la seguridad del país que es amo militar del mundo. Si no se reacciona ya mismo y con toda energía, este arrasamiento se volverá costumbre y la "licencia para matar" se seguirá ejerciendo con total impunidad.

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