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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Libertad, economía y ética

13 de octubre de 2014

Cuán restringida puede llegar a ser la cultura económica de un país que a pesar de haber vivido las graves consecuencias del neoliberalismo por cerca de treinta años aún se insista en que la libertad fundamental que puede tener un ser humano, un grupo y la sociedad misma sea la de la economía. Parece que las lecciones históricas en tiempos de bonanza rápidamente pueden ser olvidadas a conveniencia del bienestar individual a costa del beneficio colectivo.

Es increíble que en el siglo XXI se siga insistiendo en que la economía es una acción eminentemente individual y que dependería más de las creencias, de los valores morales que de las condiciones objetivas en las cuales una sociedad se reproduce. Parecería que a ciertos sectores sociales de las clases medias lo único que les interesa es incrementar su consumo suntuario cueste lo que cueste; determinada por la influencia de los estereotipos mediáticos impuestos en la cultura occidental; incluso sectores que reivindican un pasado de lucha, un pasado milenario parecen caer en la trampa de que las relaciones de producción se reproducen por sí solas y que la conciencia y conducta humana nada tuviesen que ver en esas prácticas.

Son estos mismos sectores que no les interesa por conveniencia reconocer las lógicas de la producción con las del consumo sobre todo del suntuario que hacen que históricamente el Ecuador sea un país que depende de las exportaciones de productos primarios y de las importaciones no solo de bienes de capital sino de todo un abanico de productos irrelevantes para la reproducción de la vida cultural y ética de la sociedad.

Por eso es inaudito pero comprensible que ciertas autoridades electas localmente vociferen que los ecuatorianos debemos salir a defender las libertades, pero sobre todo la de tipo económico. Pero lo más grave aún es que los sectores menos beneficiados hagan eco de semejantes infamias sociales. Solo quedan muchas preguntas en el aire. Sobre todo el que cómo ingenuamente se pueda creer que la economía es la fuente de la libertad, cuando, precisamente, esa creencia llevó a un mundo de privatizaciones, de inflación, de devaluaciones, de reducción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores; llevó a la tercerización y a una compleja informalidad del trabajo que aún cuesta salir de aquella.

Eso de hablar de libertad económica no es más que la trampa ideológica y servil de poner delante de los seres humanos una vitrina de baratijas brillantes a cambio de entregar a cambio lo fundamental de las relaciones del trabajo. Eso de proclamar la libertad económica como fundamento de lo humano es retroceder más de cien años en las luchas sociales y éticas de los pueblos. No podemos poner el dinero, el capital por encima de la vida humana. Ahora son los tiempos de la lucha cultural por el reconocimiento pleno. Debemos disputar cada lugar y tiempo de los valores burgueses impuestos y proponer valores socialistas de solidaridad, igualdad, pero sobre todo de equidad y justicia social para las mayorías.

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