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El Telégrafo

Liberemos a Assange

08 de febrero de 2013

Assange no es un héroe ni un villano. Sí una víctima del poder planetario del capitalismo central, ese mismo que acaba de producir una invasión militar a Malí -caso de Francia-, o un bombardeo ilegal a Siria -caso de Israel-. Se lo persigue por mostrar cómo opera ilegalmente un poder que presume de democrático, así como de defensor de garantías y derechos.

Al margen de su voluntad personal, más de un medio periodístico del mundo ha hecho un uso avieso de los documentos que él dio a la luz con WikiLeaks, para atacar, incluso, a gobiernos progresistas que para nada aceptan la estrategia geopolítica que encabeza Estados Unidos. Pero lo cierto es que hoy se trata de un cautivo del imperio, protegido por la valentía y la buena voluntad de la diplomacia ecuatoriana.

Allí está Assange, sin que su situación cambie. El imperio juega a cansarnos, a que nos olvidemos de él, a que desistamos de nombrarlo. No lo conseguirán: mientras perdure la situación injusta de su encierro -si sale de la Embajada lo toman preso en territorio inglés-, seguirá el cúmulo de pedidos para que se lo libere respetando sus derechos, ya que la acusación judicial por supuestos delitos sexuales en Suecia a nadie convence de que sea la razón por la cual se lo persigue.

Dos novedades han aparecido últimamente. Por una parte, el canciller Patiño ha declarado que no le gustaría tener que apelar a una solución judicial, pero que, de ser necesario, lo haría. Es una luz en el túnel, dado que no parece que Inglaterra abandone su chantaje, que está por fuera de cualquier cumplimiento de exigencias internacionales sobre refugio político. La otra novedad es la candidatura del cautivo para ser diputado en su país, Australia. Al margen de la vocación política genuina o no que pudiera tener el flamante candidato, seguro que su postulación sirve a posicionar su caso nuevamente en los medios, y por ello a urgir una solución a las autoridades británicas.

Una solución se requiere; no puede indefinidamente mantenerse una situación que es símil a la de una cárcel, al margen de los apoyos cuidadosos que la Embajada del Ecuador en Londres prodiga al australiano. Y sería de esperar que fuera Inglaterra la  que provea dicha solución, ya que es desde esa nación que se está obstaculizando la vía diplomática de resolución habitual en estos casos (es decir, otorgar el salvoconducto que permita a Assange abandonar territorio inglés).

Ya bastante prepotencia muestra Inglaterra con sus enclaves en Malvinas y Gibraltar, como para seguir dilapidando su menguado prestigio internacional con esta violación a las reglas del asilo. Ojalá esa diplomacia impermeable comprenda, alguna vez, que pequeños desaguisados y errores de política se van sumando y,  a largo plazo, configuran la agudización del tobogán decadente que Gran Bretaña inició hace ya casi un siglo.

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