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El Telégrafo

Leonor de Aquitania III

04 de febrero de 2013

En Poiters, Leonor estableció y dio autoridad a los tribunales del amor, en los que se litigaron y  resolvieron los enredos amorosos de muchas mujeres, que salieron bien paradas en problemas que poco antes les pudo costar la vida en la hoguera.

Los trovadores eran los encargados de ensalzar el amor cortés, caballeresco y noble; este sentimiento era generalmente adúltero y dio origen a la palabra cortesana.

Los amantes se encontraban luego de largos cabildeos y correveidiles en lugares ocultos al común de los mortales para paladear y disfrutar solaz de sus intimidades más recónditas.

Practicar el amor clandestino ennoblecía a los amantes, particularmente al varón que había ensalzado a la dueña de su corazón mediante la poesía romántica y había concretado lentamente en el lecho sus aspiraciones amorosas.

La dama de sus sueños era ocultada del dominio público disfrazándola poéticamente con otro nombre; pero casi todos sospechaban de quien se trataba, ya que sólo los enamorados son los únicos que piensan que su amor es invisible.

El idioma en que se escribía este tipo de poesía era el occitano, lengua que se hablaba en el sur de la actual Francia, lugar llamado también Mediodía de Francia.

Curiosamente, y estoy seguro de que debe existir algún tipo de correlación con la política libertaria seguida por Leonor, en esa misma zona y época se desarrolló la doctrina cátara.

Los cátaros, o albigenses, fueron una rama del cristianismo que se propagó rápidamente en el sur de la Francia de ahora, donde hallaron terreno abonado para promover su fe gracias al alto grado de libertad alcanzado por los habitantes de esa zona y la protección de los nobles del lugar, y fueron el resultado de la simbiosis del encuentro de los cruzados con los cristianos primitivos del Oriente Medio.

Cuando el culto que practicaban puso en peligro la existencia misma del catolicismo, el Papa Inocencio III se confabuló con el rey francés para con su ayuda exterminarlos sangrientamente a cambio de otorgarle hasta el día de hoy dicho territorio a Francia. Lo que no pudieron exterminar fue el ideal cátaro que sobrevive en la doctrina rosacruz.

Todo esto sucedió cuando ya Leonor no se encontraba en este mundo. El último acto de esta valiosa mujer fue rescatar a su hijo Ricardo Corazón de León, que se encontraba secuestrado luego de abandonar la Tercera Cruzada. En ese entonces, Leonor frisaba los ochenta años y recorrió a caballo media Europa para pagar el rescate.
¡ Qué no hace una madre por sus hijos!

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