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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Las trampas de los límites internos

30 de agosto de 2014

Causa extrañeza, por decir lo menos, que en el siglo XXI aún se mantengan problemas derivados de la falta de límites entre provincias, cantones y aún parroquias; territorios que son reclamados por unas u otros y que deben ser delimitados hasta 2015, plazo que ahora se pide extender.

Lamentablemente aquello lleva a tomar posiciones que lindan con el regionalismo, cuyo fantasma está siempre listo para aparecer. Incluso se enmascara en la defensa regional y convoca a tirios y troyanos para cobijarse bajo esa bandera. De allí a considerar como traidores a quienes no apoyen esas tesis, no queda más que un paso; recuerdo que  en años anteriores se inscribieron placas con los nombres de supuestos enemigos de la ciudad.

Cuando se provincializó Santa Elena se vivió un ambiente parecido. Restaurantes que operaban en Salinas cerraron o amenazaron con hacerlo y se anunció que las familias guayaquileñas venderían sus propiedades, porque no querían tenerlas en otra provincia. El tiempo ha pasado y ninguno de esos temores se cumplió. La gente de todas las condiciones sociales continúa gozando de las maravillosas playas santaelenenses.

Algunas de las razones para aferrarse a la pertenencia de esos territorios a una u otra provincia pueden derivarse de las posibilidades electorales o productivas, en el sentido de impuestos a recaudarse con base en los catastros respectivos. Sin embargo, la mayoría de los que corresponden a las áreas rurales no ha sido levantada o ha quedado obsoleta.

En todo caso, la solución para la provincia ‘perdedora’, después de la fijación de límites, sería la de mejorar la organización catastral, a fin de recaudar los mismos o mayores valores y, respecto a posibles votantes, a trabajar con más firmeza en el espacio que se posea, a fin de ganar la adhesión de un mayor número de ciudadanos, que avalarían con sus votos a quienes solucionen las necesidades de la población.

Los caminos para lograr un entendimiento entre ecuatorianos son múltiples. Ya Pichincha y Cotopaxi, a través de sus prefectos, han llegado a un acuerdo amistoso respecto del procedimiento que seguirán en las zonas en disputa. No cabe que se provoquen enfrentamientos ni siquiera verbales entre las autoridades de las diferentes zonas, y menos que se considere que hay una conspiración -como lo dijo un diario de esta ciudad- contra Guayas.

Los asambleístas y autoridades electas de Alianza PAIS, haciendo honor al nombre del movimiento, deben tener una clara visión del problema. No hacerle el juego a quienes, a pretexto de defensa de la provincia, manejan un discurso anticuado que finalmente derivará en acciones contra el Gobierno, pese a que es el que mayor atención ha brindado al Guayas y a Guayaquil.

En última instancia, deben ser los habitantes de esas zonas los que decidan, a través de su voto, a qué provincia o cantón quieren pertenecer. Ello sin olvidar que los límites son líneas imaginarias de un solo territorio que es el de Ecuador, el cual nos pertenece a todos.

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