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El Telégrafo

Las ‘tolerancias’ opositoras

09 de enero de 2014

Se han posicionado como los abanderados de la tolerancia, del respeto  y de toda una serie de valores democráticos. Y apenas se les rasca un poquito aflora de sus epidermis toda la sinrazón para afrontar las disputas, divergencias y hasta las responsabilidades concretas como actores políticos (en este caso de oposición).

Parecería que colocarse en ese lado de la disputa política es de por sí un valor supremo. En otras palabras: ¿ser opositor elimina y limpia todos los valores negativos de personas y organizaciones que no se sitúan a la altura de sus propias demandas?

Lo mismo pasa con la información: si un medio público o comunitario -sin descontar los llamados alternativos- publica notas, reportajes, perfiles o crónicas de lo que hace o deja de hacer la oposición no tiene valor ni importancia porque viene, según ellos, de un sector no legitimado de la información.

Algunos candidatos ahora se cierran a entrevistas en espacios y medios donde se les puede cuestionar o criticar, aunque sea constructivamente.¿Quién les ha dicho que publicar algo que jamás será exhibido en la prensa privada, no tiene valor informativo o importancia pública? ¿Desde cuándo hay un ‘valorómetro’ para calificar la información como exclusivo patrimonio de la prensa privada?

¿No interesa a nadie si una organización estadounidense financia la creación de una agencia de noticias para Ecuador con sede en Panamá? De hecho, ¿no se debe conocer y por lo mismo debe quedar como un asunto de poca monta? ¿Desde cuándo la creación de un medio de prensa no es de interés público? Aún más: ¿no merece ni una línea en los medios, en general, que una exasambleísta gestione los recursos para dicha creación?

Y surge una duda implícita: ¿qué habría hecho la prensa privada si un grupo de ciudadanos, con absoluta legitimidad, recibiera fondos (por ejemplo, Venezuela o Cuba) para constituir una agencia de noticias? No me quiero imaginar el despliegue.

A todo ello se suma la ‘tolerancia’ opositora para afrontar sus responsabilidades políticas, jurídicas y sociales. Algunos candidatos ahora se cierran a entrevistas en espacios y medios donde se les puede cuestionar o  criticar, aunque sea constructivamente. ¿Solo aceptan donde no hay preguntas complicadas? Y si a eso se suman respuestas insolentes, con palabras de grueso calibre, por el puro afán de injuriar y con ello evadir explicaciones puntuales, entonces ya esas oposiciones han perdido todo sentido de responsabilidad y tolerancia real.

No se trata de moralismos o purismos. Al contrario, toda confrontación es compleja, ardiente y cargada de pasiones. Mucho más cuando en determinados momentos (como los que vivimos desde hace unos años) las disputas ideológicas pueden revelar  cada uno de los factores que construyen la complicada trama política del momento.

Si algún editorialista ha dicho que la oposición no ha entendido el carácter del ‘correísmo’ sería oportuno preguntarse si esa oposición ha entendido su propia naturaleza y, de paso, las carencias, flaquezas y vacíos con los que actúa frente a un fenómeno único en la historia nacional y, asimismo, ante la existencia de otra realidad mediática.

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