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El Telégrafo

Las señales de Dios

08 de febrero de 2013

Hay algo particularmente aterrador y arcaico en la candidatura del pastor Zavala. Es un hombre de Dios. Por lo menos en el título. Lo cual no es de extrañarse en estos tiempos, donde los títulos parecen llevarse ceremonialmente de adorno, cuando no como el vil recuerdo de un engaño. Más que eso, es un representante del cristianismo evangélico, y siento que está construyendo una imagen estereotipada de intolerancia misógina homofóbica alrededor de todos los que nos consideramos seguidores de Cristo.

Y si bien a mí me quedó claro lo de no ser seguidor de hombres, no puedo dejar de sentir un tremor decepcionante ante la esencia política de su religiosidad.

No es solo una falta de sentido político y religioso para entender que no puede imponer una moral cristiana (moral que, en muchos sentidos, ha tergiversado) sobre ciudadanos. O hacer política pública de esto. Eso está reservado para los ayatolás. Es también una constante por destruir lo esencialmente divino, ese amor ágape como piedra angular de nuestras vidas, mediante ataques sistemáticos homofóbicos y una lista de prohibiciones que hace ver a la Ley Judía como sugerencias de blog promocional.

La homosexualidad y su tratamiento desde la Iglesia evangélica nacional ha sido un punto álgido en nuestra relación. Pero, dentro de ese marco, los intercambios son desde una serie de creencias comunes y reflexiones de fe conjuntas. Dicho esto, mi estilo de vida, basado en esta serie de creencias, no puede ser la base para una política pública y un plan de gobierno. La construcción institucional del Estado merece un análisis complejo de las relaciones sociales estructurales, y no un misticismo agustino sobre la conducción del Estado. No creo que vetar un concierto de Iron Maiden esté en la lista de prioridades de los ecuatorianos. Ni creo que por haber saltado en primera fila hace algunos años, haya perdido lo que se me ha dado por Gracia.

El pastor Zavala hace que me sienta personalmente aludido. Tengo una necesidad casi sicótica de salir a gritar: “Ese moralismo religioso no me representa”. Mientras en el país estamos luchando por una reestructuración de nuestro comportamiento político y la manera en que participamos desde la ciudadanía en las decisiones políticas, el pastor Zavala vuelve a cuestionar el laicismo. Mientras buscamos el respeto y reconocimiento de derechos, el pastor Zavala propone un discurso limitante. Creo que las cifras en las encuestas son una señal de Dios.

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