El conflicto actual del pueblo afgano -que podría fácilmente desencadenar una guerra civil- nos enfrenta a una plaga para el desarrollo en el mundo: la violencia de género. Hoy en día, a pesar de que vivimos en la época en la que el internet ha ampliado el acceso al conocimiento y en que la igualdad entre los sexos se ha reconocido constitucionalmente en la mayor parte de países del mundo, aun convivimos con la siguiente realidad: 1 de cada 3 mujeres a nivel global ha sido víctima de violencia sea física, sexual, mental, incluyendo coerción, privación arbitraria de libertad tanto en esferas públicas como privadas. Con demasiada frecuencia, esto se debe a que simplemente no hay nadie a quién podamos acudir para protección contra la violencia.
Como en todas las sociedades devastadas por la pobreza, inequidad y conflicto social, las mujeres afganas sufren de manera desproporcionada. La encuesta de Global Rights (2020) encontró que casi el 90% de las mujeres afganas han sufrido violencia física, sexual o psicológica, y que sucede principalmente en el ámbito doméstico. Según las estadísticas gubernamentales el 80% de todos los suicidios son cometidos por mujeres, lo que convierte a Afganistán en uno de los pocos lugares del mundo donde las tasas de suicidio son más altas entre las mujeres. Además, se estima que dos tercios de las niñas afganas no asisten a la escuela y que el 87% de las mujeres afganas son analfabetas. Mientras que entre el 70% y el 80% se enfrentan al matrimonio forzado, muchas de ellas antes de los 16 años (ONU Mujeres, 2020).
Para quienes puedan pensar que esa realidad es lejana a la nuestra, a continuación, presento algunas cifras de violencia contra la mujer en Ecuador. Al menos un 40% de nuestras mujeres ha sufrido de violencia física o sexual a lo largo de su vida, principalmente en manos de una pareja íntima. El porcentaje de mujeres ecuatorianas que ha contraído matrimonio antes de cumplir 18 años es del 22% (GDVAW, 2021). Cada 41 horas ocurre un femicidio en nuestro país, siendo el femicidio la derivación de otras violencias que no se atienden a tiempo y que las unidades de justicia ignoran. La violencia tampoco perdona a muchas mujeres en el Ecuador.
La situación de Afganistán nos debe reflejar de manera cercana la gravedad de que la violencia de género se emplee como táctica de guerra. Nos debe alarmar que la violencia prolifera a nivel global. Bajar los brazos frente a cualquier abuso o forma de violencia perpetua la fragilidad en nuestra condición de libertad. La magnitud de esta opresión y sus consecuencias para todos los individuos y la sociedad en general, deben hacer de la protección de las mujeres una prioridad, asegurando que sean capaces de hacer valer y ejercer sus derechos como seres humanos y que tengan instrumentos a su disposición para sancionar a los agresores.