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El Telégrafo

Las libertades montalvinas de los intelectuales puros

20 de enero de 2013

Esta semana que termina, la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (Aedep) ha otorgado el premio Juan Montalvo a las libertades a Iván Carvajal. Él es uno de los mayores poetas y pensadores ecuatorianos, no cabe duda. Y quizá (ojalá no me equivoque) es uno de aquellos intelectuales que siempre se opuso a ese poder que de algún modo u otro también es y representa la misma Aedep.

El premio Juan Montalvo, según el jurado calificador, “marca una nueva etapa en la lucha en pro de las libertades” y es  otorgado a Carvajal  por “ser defensor inamovible de las libertades fundamentales, en todos los gobiernos; escritor y pensador profundo; investigador; así como firme promotor del derecho a una educación pluralista, reflexiva, crítica y creativa”.

El jurado estuvo integrado por José Ayala Lasso, Nelsa Curbelo y Medardo Mora. También estuvieron nominados César Ricaurte, Xavier Michelena, la Asociación Runapacha, María Fernanda Restrepo y el Colegio de Abogados del Guayas.

En varias entrevistas el ganador  ha dicho que recibe el premio con humildad  y por la “necesidad de reivindicar las libertades de pensamiento, expresión y de prensa, y por la urgencia de mantener vivo el legado de figuras importantes  como Juan Montalvo”.    

Lastimosamente con este premio vuelve el trillado tema del rol de los intelectuales en los procesos políticos, tal como lo describió en 1946 Pedro Jorge Vera, indirectamente, en su novela Los animales puros. Y en ese sentido vale la pena preguntarse dos cosas que laten a propósito del Premio Juan Montalvo: ¿La Aedep es la institución más indicada para otorgar las credenciales de las libertades en el Ecuador en estos momentos cuando algunos de sus miembros expulsan periodistas, censuran sus opiniones y señalan la ruta de un periodismo precario para solo hacer proselitismo político?

Están en todo su derecho de proponer los premios, pero también es importante debatir con la Aedep qué entienden por libertad en una sociedad inequitativa.

La segunda pregunta: ¿Iván Carvajal es ahora ese intelectual funcional a los llamados “poderes fácticos” luego de haber sido uno de los pensadores de izquierda, para nada liberales, que en algunas expresiones  ha valorado más los derechos y los cambios de nuestra sociedad dominada por ese grupo de familias que ahora se expresa  a través de los propietarios de los periódicos de la Aedep?

Quizá su propia reflexión (en una entrevista que valoré en su momento) explica al poeta y filósofo que ahora reivindica las libertades. Decía: “...cada historia individual es una sucesión de mutaciones, de «muertes» y «resurrecciones», tanto en el plano físico, como en el psicológico, en el ético, en el estético. Cambiamos de creencias, dejamos atrás convicciones que creíamos arraigadas muy hondo en nuestro ser. Más bien, lo característico de nuestra época es que somos seres desarraigados, y eso me parece maravilloso. Desarraigados, trashumantes, cambiantes”.

¿Iván es el mismo que se autodefinía “políticamente como un hombre de izquierda «extrema», si por tal extremismo entendemos no los métodos violentos de lucha, no el vanguardismo y tampoco la inclusión en un partido, y todavía menos el ejercicio finalmente despótico del poder, sino la actitud anticapitalista, democrática, igualitaria, libertaria e incluso antiestatista”? Supongo que sí, no ha claudicado en eso, pero quizá el enfoque es otro, menos crítico del mismo sistema que ahora lo premia. ¿O acaso Iván no considera como parte del sistema capitalista a los medios de prensa de las grandes familias ecuatorianas? Su criticidad de izquierda le permite, con todo derecho, cuestionar lo que han hecho los gobiernos anteriores y éste, pero no puede colocar la disputa de fondo (la entraña misma del capitalismo que él ha criticado ácidamente) en el plano exclusivo de las libertades como un paradigma revolucionario de nuestra sociedad. Si fuese así, de hecho, el mismo premio no tendría sentido porque adquiere el mismo tono y hasta un aroma ácido de los que se entregan en EE.UU. a escritores como Vargas Llosa y/o a Alberto Montaner.

En el Ecuador, estimado Iván, la disputa de fondo no es por la prevalencia o no de las libertades sino por la inequidad, por la transformación de la matriz productiva, porque el sujeto histórico de la transformación no sean los periodistas ni los periódicos, sino los actores sociales y políticos. Y con ello, la construcción de una sociedad más democrática, pero no para reproducir los moldes del liberalismo más rancio, trasvestido de un supuesto socialismo revolucionario y “democrático”.

Este premio (por encima del respeto y consideración a Iván) es un uso muy político y hasta perverso del pensamiento del filósofo Iván Carvajal, que solo ahora es reconocido por la Aedep  para erigirse como una entidad supuestamente democrática.

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