En su tránsito de lucha, la nueva izquierda ecuatoriana ha ido cargándose de viejas reivindicaciones históricas y de nuevas perspectivas, propias de nuestro tiempo. Por eso, el horizonte próximo al que quiere llegar es un Estado que tenga las siguientes características:
Que sea absolutamente soberano y nacionalista, esto es, que ejerza su poder y su presencia en todos los espacios de la vida pública, teniendo como objetivo mayor la defensa de los intereses del país y la promoción de una vigorosa identidad nacional.
Que sea cabalmente laico, es decir, que no privilegie o favorezca a religión alguna y que no permita la intromisión de ninguna jerarquía religiosa en asuntos de política.
Que promueva un Estado de derechos, en el que los intereses de las mayorías estén colocados por sobre los intereses de oligarquías y pequeños grupos de presión o de privilegio.
Que efectúe una real defensa de la madre naturaleza, pero sin olvidar que el más importante componente de ella son los seres humanos.
Que se empeñe en la eliminación de la pobreza y en la consagración de la igualdad de oportunidades, sobre todo a través de una educación pública, laica, gratuita y de calidad.
Que combata toda forma de discriminación social o cultural y aplique mecanismos de promoción de la equidad.
Que reconozca el papel fundamental de la mujer en la vida social y familiar, así como su aporte laboral a la sociedad desde la esfera doméstica.
Que privilegie la defensa de los trabajadores y sus intereses sociales, sobre las aspiraciones de la acumulación del capital.
Que estimule todo esfuerzo productivo y paralelamente refrene al capital especulativo.
Que defienda y fortalezca las culturas nacionales y promueva la interculturalidad, pero sin renunciar a la cultura universal y sus beneficios.
Que respalde activamente la integración latinoamericana, así como los esfuerzos de liberación de pueblos oprimidos y los proyectos de democratización del mundo.