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El Telégrafo

Las firmas “en su laberinto”

06 de agosto de 2012

El laberinto comienza porque de pronto surgieron "firmas", "firmones", "firmeros", "firmadólares", "firmadores", "traficantes de firmas", "fírmate algo", "sicarios de firmas", "firmadependiente"… la mar y todos sus peces...
En un laberinto así, confuso y degradante, a nadie sorprenda que el ladrón, beneficiario del delito, quiera convertirse en víctima o en fiscal indagador o en perjudicado llorón o en juez sancionador o, sumado, en todo junto!

El más turro de los aprendices de Sherlock Holmes, cuando tiene que investigar un delito, lo primero que pregunta es “¿quién se beneficia con esta infracción?”. 

Otra pregunta elemental surge a la mente del más bobo del barrio: “¿de qué manera se comete el delito, si no es que los huérfanos de respaldo popular tienen que apelar a la búsqueda dolosa de firmas falsetas?
Los opositores a la Revolución Ciudadana han aprovechado este ambiente de escándalo que provoca el laberinto de firmas, para usar el lenguaje más agresivo, y las críticas más perversas que pueda imaginarse.

Los propios autores, cómplices y encubridores, vinculados al delito de utilización de firmas falsas, son los que más gritan y vociferan echándole la culpa a Correa y a Domingo Paredes y sus colaboradores, por haber ellos mismos cometido el delito.

Divulgan suposiciones, predicen catástrofes, anuncian cataclismos, pero no son capaces de reconocer su culpa por usar firmas falsificadas.

Este episodio pone en evidencia la pérdida total de ética y de principios morales que afecta a la clase política que ha perdido todos los frenos para delinquir, cuando, como los presos de la cárcel, proclaman su inocencia a base de la consigna: "negar es padre y madre".

La señora Tibán no tiene empacho en afirmar que le ofrecieron en venta firmas falsificadas y cuando le preguntan ¿quién se las ofreció? le agarra una crisis de alzheimer  y sigue con su alharaca por otro camino.

Es evidente que los actores políticos incrustados en los medios de comunicación claman porque el escándalo se agudice y puedan culpar al gobierno de preparar un fraude.

Se les llena la boca sosteniendo que hay en las encuestas una baja de popularidad de Correa pero no dicen cuál de sus presuntos precandidatos se considera beneficiario de esa baja.

Y entonces el  CNE sería el culpable de que los politiqueros utilicen el mecanismo de falsificar firmas para ayudar  al gobierno: ¿cómo? ¿dónde estaría la utilidad para el régimen?

Son tan incapaces que no pueden siquiera dar una justificación de cómo y por qué ellos se enredaron en el laberinto.-

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