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El Telégrafo

Las fiestas patrias

12 de julio de 2012

Hay en nuestras oligarquías un dejo de nostalgia por lo colonial. Parece que se sienten huérfanas al no tener un referente extranjero bajo el cual ampararse. Su propia patria les parece poca cosa y la Patria Grande latinoamericana tampoco les convence, porque ayer era cosa de Alfaro y Zelaya y ahora es cosa de Chávez y Correa.

De ahí viene ese prurito de recordación de las fundaciones españolas, que comenzó en Quito, allá por los años sesenta, bajo el estímulo de una municipalidad copada por la derecha tradicional, que también estimuló la oficialización de las fiestas de toros y de la procesión de Jesús del Gran Poder.

Esa suma de españolismo trasnochado era el modo en que la derecha municipal quiteña respondía ante los cambios del mundo circundante, donde la Revolución Cubana había abierto un nuevo horizonte de sueños y posibilidades. Así, mientras los pueblos soñaban con el futuro, la derecha se empeñaba en soñar con el pasado, al que veía como su paraíso perdido.

Poco después, con el advenimiento de la torpe y derechista dictadura militar del 63, similar receta le fue aplicada a Guayaquil, esta vez por mandato dictatorial, buscando disminuir su memoria social libertaria y estimular la nostalgia colonial de sus élites. A los “cuatro coroneles de la traición” que derrocaron a Carlos Julio Arosemena aparentemente les fastidiaba la exaltación libertaria del Nueve de Octubre y la emoción colectiva que provocaban las fiestas de la independencia porteña. Y por ello decidieron inventar una nueva celebración, exaltando el colonialismo.

Por desgracia, su invento tuvo éxito y las llamadas “fiestas julianas” vinieron a competir con las históricas “fiestas octubrinas”, que desde el siglo XIX se habían ido convirtiendo en fiestas regionales y aun nacionales, a las que concurrían ecuatorianos de muchas provincias, que veían en ellas un símbolo de su propia libertad e identidad histórica.

Y el mandato dictatorial tuvo éxito porque en Guayaquil, como en el resto del Ecuador, hay una oligarquía local hambrienta de colonialismo, que exalta su hispanidad de ayer con la misma emoción que habla de sus propiedades en “Mayami” o reclama un TLC con los Estados Unidos. Una oligarquía que no cree en su país y busca tener como referente un poder extranjero que la cubra y proteja de los desbordes populares y de los “abusos” de una democracia de masas.

Ventajosamente alguien recordó que en esa misma fecha de la tal fundación se celebra el natalicio de Simón Bolívar, lo que vino a atenuar el impacto del recordatorio colonialista. Con ello, la mesa quedó servida para todos los gustos y desde entonces, en las fiestas julianas, unos celebran en memoria de los conquistadores y otros en memoria del Libertador, al que José Joaquín Olmedo dedicara el más grande poema épico hispanoamericano: “La victoria de Junín. Canto a Bolívar”.

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