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El Telégrafo

Las ferias del libro

15 de noviembre de 2012

Hace ya seis siglos que comenzaron en España estas reuniones llamadas ferias, mezcla de negocios y festejos, originalmente para venta de lana recién esquilada o de ganado en pie, tras las cuales vinieron las ferias taurinas y, finalmente, las Ferias del Libro, de las cuales las más famosas son las de Fráncfort, Chicago, Guadalajara, Buenos Aires, Sâo Paulo, Londres y la Book Expo América, que rota por diversas ciudades norteamericanas.

Con el nacimiento del libro nacieron también las prohibiciones y limitaciones a su publicación o lectura. La Iglesia impuso la prohibición de publicar libros sin autorización del Obispo de la diócesis, que, por sí o por medio de censores, revisaba y expurgaba los originales para evitar la propagación de ideas heréticas o subversivas. Y como, de todos modos, se publicaban algunos libros sin permiso de la autoridad eclesiástica, la Iglesia creó un índice a lista de libros prohibidos, que solo podían ser leídos por ciertos privilegiados, que recibían autorización expresa para ello.

La famosa Universidad católica de Lovaina emitió en 1550 el primer índice de libros prohibidos, lo que luego fue tomado como tarea propia por la Inquisición española, que celaba a los lectores y recelaba de sus intenciones, llegando incluso a apresar y torturar a los lectores de libros prohibidos. Y en la culta Francia, en el mismo “Siglo de las Luces”, se publicó en 1757 un decreto que condenaba a muerte a los editores, impresores y autores de libros no autorizados.

Pero nada pudo detener esa aproximación de los lectores a los libros y así surgieron las ediciones clandestinas, los libros de contrabando y otros productos similares. En las bibliotecas de nuestras universidades coloniales hay muchos libros prohibidos y llegados de contrabando, que alimentaron el espíritu de los primeros insurgentes. Entre ellos está la afamada “Enciclopedia” francesa, obra en 17 tomos dirigida por Diderot, que leían el doctor Espejo y sus discípulos, y que hoy mismo reposa en la Biblioteca de la Universidad Central del Ecuador.

Con la llegada de la independencia, los textos impresos y la lectura rompieron barreras y alcanzaron una plena libertad. En 1820, la Junta de Gobierno de Guayaquil suprimió la Inquisición y decretó la libertad de imprenta, iniciando una era de libertad de pensamiento.

Ahora, con nuestras Ferias del Libro en Quito y Guayaquil, el Estado, los editores, los libreros y los autores ponen miles de obras de todo tipo al alcance de las gentes, en eventos que son unas verdaderas Fiestas de la Cultura y sobre todo de la palabra libre: escrita, impresa, hablada, grabada, cantada, entrecruzada y platicada.

El éxito de estas ferias se revela en la asistencia masiva del público, que inunda locales de exhibición y salas de conferencias, y hace cola para comprar libros. Y también se prueba, en el plano negativo, por el escozor que causa en los “sufridores” de la prensa de oposición, a quienes parece irritar la alegría ferial de esta revolución.

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