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El Telégrafo

¿Las ‘estafas americanas’ están como para imitarse?

09 de febrero de 2014

Sí, seguramente sí, sobre todo en algunos candidatos. De ahí que las películas más taquilleras en estos días provocan otras reflexiones sobre el devenir estadounidense en muchos sentidos.

Las cintas nominadas al premio Oscar La gran estafa americana y El lobo de Wall Street, que giran alrededor del valor del dinero en las sociedades liberales, son esa referencia a la que por acá algunos siguen otorgando el peso sustancial sobre el que debe girar la democracia. No es una exageración: el capital impone patrones y hasta modelos que ‘irreflexivamente’ se traducen en múltiples actividades, negocios, comportamientos, relaciones y hasta propuestas electorales.

Hemos asumido que el consumismo es una expresión y hasta un síntoma de bienestar. Y para ello hace falta  mucho dinero, no importa cómo llegue.

Cuando un candidato pide para todo el país cero impuestos y otro para la alcaldía repite ese discurso no se puede decir que están de acuerdo o han coincidido. Al revés, se sintonizan en esa referencia y perspectiva porque sus estructuras ideológicas están marcadas por el capital. De hecho, esos dos candidatos no han ido más allá de esos patrones porque en realidad su vida misma gira alrededor de eso y marcan su comportamiento político.

No se trata de que no exista dinero o que la producción sea solo a base del intercambio o en un comunitarismo paleolítico. Al contrario, las películas mencionadas revelan con absoluta claridad hasta dónde el dinero coloca a los seres humanos en esa dimensión demencial para someterse exclusivamente a su reproducción de las formas y mecanismos que sean. No importa en ello la vida misma de quienes lo reproducen, las leyes que norman a un país o la convivencia social.

En esa perspectiva hay otra derivada: hemos asumido que el consumismo es una expresión y hasta un síntoma de bienestar. Y para ello hace falta dinero, mucho dinero, no importa la forma en que llegue o de las fuentes que arribe.

Por ello hay que reflexionar dos elementos clave en el ahora: hasta dónde el Buen Vivir debe pensarse por fuera del capital como asunto central del bienestar, tal como lo asumen algunos candidatos que colocan en sus planes ese valor como el factor para un supuesto desarrollo y desde el cual postulan toda crítica a otra alternativa política. Y el otro asunto es cómo construimos ese paradigma a partir de nuestros propios acuerdos, con base al conocimiento de nuestras realidades, sin considerar el lujo y el derroche como los valores sustanciales.

Las películas ecuatorianas de los últimos años no tendrán la ‘majestuosidad’ de las nominadas al Oscar, pero dialogan con muchos de nuestros problemas y con las alternativas para resolverlos. No se instalan, por suerte, en esa dimensión del capital ni refuerzan la idea de que las estafas, los millonarios y el dinero no son los fetiches con los que vamos a transformarnos.

Lastimosamente el aparato propagandístico ‘hollywoodesco’ se inserta en nuestros pensamientos y comportamientos, más en aquellos que alaban la reproducción de esos modelos capitalistas.

De ahí que hace falta una mejor discusión de estos asuntos, en todos los niveles, pero sobre todo en el escenario donde se los potencia: la prensa. Todas las reseñas que hablan de las nominadas al Oscar eluden (¿inconscientemente?) el tratamiento de lo fundamental, sobre todo en relación a los momentos políticos y económicos que vive el mundo, donde lo que ocurre en EE.UU. desde hace décadas no es precisamente el mejor ejemplo para desarrollar las sociedades de este siglo. A veces parecería que es mucho más provechoso hablar de esas películas que de las disputas electorales.

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