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El Telégrafo

Las edades de Almudena

11 de octubre de 2013

La conocí cuando ganó el premio La sonrisa vertical, quizá el más prestigioso galardón que se concede a la literatura “erótica” en lengua española. Un libro que apareció justo cuando, en 1990, visitaba Sevilla y lo compré en El corte inglés. Y lo leí en el tren camino a Madrid, la ciudad en la cual se desarrolla la historia de amor perturbadora y transgresora que narra Almudena Grandes. Luego, Bigas Luna llevó el libro al cine y desde entonces ha sido una escritora que, con oficio y un ritmo intenso de publicaciones, ha merecido  importantes reconocimientos y premios.

Ahora, al fin, Almudena visita Ecuador. Y lo hace en otra edad, siendo joven de otras maneras, y con un gran libro sobre sus hombros, “El lector de Julio Verne”, que el año pasado se convirtió en España en el libro del año.  Libro que además forma parte de un ambicioso proyecto de escritura que integra a seis novelas. Nada menos. Y todas tienen como escenario los 25 años posteriores a la guerra civil española.

A pesar de estar ya en pleno siglo XXI, historias como las que se narran en Las edades de Lulú siguen escandalizando. El sexo sigue, quién creyera, siendo un tabú. La violencia más obscena y brutal es permitida, sino basta ver ciertos diarios y noticieros de televisión, mientras una escena de sexo provoca estupor.

Admitimos la violencia, el hambre, la inequidad y nos indignamos ante las llamadas malas palabras. Nos ofendemos cuando Gabriela Rivadeneira cita un verso de aquella canción de los republicanos en España: “que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda”. El Alcalde Nebot, claro, solo cita la segunda parte, cuando de lo que se trata es, precisamente, de que la tortilla se vuelva.

Nos sentimos agredidos y ponemos el grito en el cielo, cuando un grupo de mujeres muestra, en la Asamblea Nacional, sus senos coloreados en demanda de reformas al Código Penal Integral para permitir, por violación, el aborto, tal como sucede en decenas de países en el mundo.  

Pero no olvidemos la cadena de prohibiciones del Partido Social Cristiano que gobierna Guayaquil desde hace 13 años: se prohibió besarse en el Malecón, se prohibió a los artistas presentar obras con “pornografía explícita” y, por si fuera poco, se acaba de prohibir bailar en Las Peñas. El colmo.  

Por esto, y por la buena literatura, celebro la presencia de Almudena en Guayaquil. Es la invitada especial de una nueva propuesta: llegar al libro a través del arte y el erotismo. Parte de esta Feria es la exposición Erotopías, una muestra que vale la pena verla, pues nos revela que, desde hace 6 mil años, somos una sociedad tremendamente erótica, en donde el sexo, los cuerpos, el deseo, el amor, han sido siempre parte fundamental de nuestra cotidianidad.

Ya dejemos la pacatería, la mojigatería, y besémonos, bailemos y vivamos nuestra sexualidad sin complejos ni ataduras; libres, como debe ser. Libres como el arte y como  Eros.

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