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El Telégrafo

Las dos políticas

16 de septiembre de 2013

No hay mejor escenario que el electoral para evidenciar la complejidad del mundo político y sus contradicciones. Contradicciones que hacen del quehacer político un mundo necesario y apasionante.

Por un lado podemos situar a la política como acción pública desde el Estado-Gobierno implementando, llevando a cabo un proyecto político y, por el otro, la sociedad y sus organizaciones siendo activa o reactiva a las acciones del primero. En cualquier caso hemos visto cómo el Ecuador se ha politizado a distintos niveles; dejando atrás la tara de que ser independiente, declararse no político daba un lugar privilegiado moralmente frente a los demás.

La politización del país es necesaria en todos los campos, sin excepción alguna, ya que solo así los avances que ha alcanzado el país serán irreversibles y se abriría   la posibilidad de cortarlos con un golpe de Estado. Sin embargo, la complejidad política alcanzada, el hecho de  que la gente tome posición frente a lo que hace o deja de hacer el Estado, tiene una gran oportunidad de superar el tiempo electoral, donde, hasta ahora, se debate la efectividad, la materialidad de los discursos y la búsqueda de legitimidad a las acciones en todas las esferas de la vida social. La política pública necesita de la otra política, la social, la que la gente, las organizaciones hacen con o sin conciencia pero que es vital para que un país levante un proyecto político a largo plazo y no termine siendo una gran corporación de empresas a merced del mercado mundial.

Lo técnico de la política pública en los territorios requiere una politización desde la memoria y la historia social del país para que no quede como simple recuerdo de la opresión y la miseria pasada. Lo técnico como lo político deberá fundirse si queremos alcanzar un pacto social para los próximos 15 años; y esto implica, claro, ganar elecciones, pero ir más allá de estas para sostener ideológicamente las transformaciones necesarias. Pero aún el tiempo electoral gana el quehacer social: precandidatos, candidatos, candidaturas, etc., comienzan a centrar el mundo político y como ya ha sucedido, días después, gane quien gane, vuelve la inquietud de qué hacer para apuntalar la formación política, fortalecer las organizaciones, el poder popular, regresar a las bases, fortalecer el instrumento político, etc. La historia nos enseña que el ciclo se repite y el tiempo se pasa en administrar lo ganado y las exigencias de organización quedan relegadas.

El país requiere organizaciones políticas más sólidas ideológica y políticamente; no basta enarbolar frases, partes de programas o peor repetir consignas que no se entienden pensando que declamándolas se  hace una lucha política, por el contrario, es una ideologización vacía, hueca; pequeños recetarios que no movilizan nada o quizás solo mueven algunos espacios mediáticos: tv, foros, etc., gracias a las máquinas electorales. El nivel de politización alcanzado en el país aún es precario e insuficiente.

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