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El Telégrafo

Las Dolores y la justicia

21 de noviembre de 2013

Era el 19 de noviembre de 2003, se hallaba abierta la farmacia Fybeca en la Alborada, Guayaquil; empleados, personas que compraban en el establecimiento, transeúntes. De pronto, un asalto policial, violento, brutal. Muertos, heridos, desaparecidos, ni un solo gendarme lastimado.

En la versión oficial, el operativo se produjo para evitar o contrarrestrar un atraco delincuencial, jamás probado hasta hoy. ¿Quién llamó a la Policía? ¿Por qué no se montó una acción preventiva si se tuvo noticia a tiempo del posible atraco? Los circunstantes fueron obligados a tirarse al suelo y allí se les disparó y mató. Una de las víctimas, un cariñoso padre que acudió a comprar pañales para su pequeño vástago.

Entre los desaparecidos, Johnny Gómez, un peatón al que se encapuchó con su propia camiseta, fotografiado por casualidad, y al que supuestamente se le asesinó después, sin que nadie sepa ni dónde ni por qué, pero que fue reconocido por su esposa, Dolores Guerra. Una de las tres Dolores de esta sangrienta historia. Las otras dos: Dolores Briones y Dolores Vélez.

Las tres, viudas a la fuerza, gracias a los desafueros criminales del gobierno del coronel Lucio Gutiérrez, ‘el mejor amigo y mejor aliado de Estados Unidos’, según la amorosa confesión que hizo entonces a George Bush, el carnicero universal. Entonces comenzó el peregrinaje de las Dolores, con sus pequeños a cuestas, sin que jueces ni autoridades escucharan sus lamentos, sus quejas, sus valientes reclamos.

Hasta que últimamente la Fiscalía General del Estado, decidida a empuñar la vara de la justicia, inició la causa que, para comenzar, significa un cúmulo de medidas cautelares, como órdenes de prisión y otras, que afectan a más de una veintena de oficiales y gendarmes de tropa.

Faltan medidas a tomar, desde luego, como la exigida por Dolores Guerra en el sentido de que se investigue concretamente la desaparición de su marido, quien, hallándose detenido aquella fecha, alcanzó a comunicarse con ella y le advirtió que los policías le amenazaban de muerte. ¿Por qué? ¿Tal vez porque resultó testigo involuntario del criminoso asalto policial? En todo caso, en esta hora que comienza a brillar la justicia, hay también una luz de esperanza para las tres Dolores y sus jóvenes hogares.

Por nuestra parte, que entonces publicamos encendidos de indignación nuestra protesta, en homenaje a ellas reproducimos ahora un poema que en la hora pusimos a circular:

Romance de las Dolores

Allá van las tres Dolores
por el bulevar del puerto.
¿Dónde están nuestros esposos?
le preguntan a ese infierno
de gendarmes y de jueces
que se alimentan con muertos.
Juntas van las tres Dolores
clamando justicia al cielo.
Guayaquil de mis amores
guarda prudente silencio.
La ciudad está ocupada
en darle vida al cemento
y camuflar sus vergüenzas
con un ropaje de hierro.
El grito de las Dolores
es papel que arrastra el viento.
Pero al fin el grito estalla
convirtiéndose en estruendo
y llegan las tres Dolores
haciendo fuerza del duelo
para vencer a la muerte
resucitando a sus muertos
y alumbrarnos el camino
con la estrella de su ejemplo.
El pueblo les da la mano
para curarse del miedo.
Llegan juntas las Dolores
y se nos quedan adentro.

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