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El Telégrafo

Las culpas ajenas

17 de junio de 2013

De las múltiples falencias que están arraigadas en la deficitaria cultura y pérdida de valores en nuestra realidad social, están las del “yo no fui” y la agresividad para condenar a terceros por aquellas circunstancias culposas, si las cosas no salen bien, como todos deseáramos.

Si hubiésemos ganado el partido de fútbol a Argentina lloverían los propietarios de la victoria, muchísimos serían dueños de los pronósticos, incontables los genios que sugirieron las alineaciones, las tácticas y los cambios.

Hay quienes llegan a lamentarse porque empatamos con un equipo cuya nómina sobrepasa los 500 millones de dólares, cuando la nuestra no llega ni a 100; empatamos con el equipo de un país que ha participado en todos los mundiales de la historia: ha ganado 2 copas del mundo y jugó 2 finales más; ganó 6 veces la copa mundial Sub-20; ganó 2 medallas de oro olímpicas y sus futbolistas Di Stefano, Maradona y Messi fueron declarados los mejores del mundo en sus épocas, y hay argentinos en los principales equipos del mundo.

Como se dice: no es “tillos” empatarles a los que van primeros y ocupar el tercer puesto en la tabla de posiciones. La meritocracia de nuestros jugadores es que dejaron en la cancha todo su esfuerzo y que de salados la bola no entró, como lo demuestran los 20 córneres que cobramos, que debe ser un récord en las eliminatorias.

Y como las desgracias no llegan solas, en la zona de El Reventador, como su nombre ancestral lo indica, reventó en una extensión de 300 metros y produjo la destrucción parcial del oleoducto con un derrame petrolero que afecta a la zona amazónica del Tena y sus alrededores y que por los torrentosos ríos de la región, los impactos llegan al Perú y al Brasil.

Siendo un accidente que puede ocurrir en cualquier lugar del mundo y que el oleoducto tiene más de 40 años funcionando, los envenenados están buscando la manera de echarle la culpa del siniestro a alguien y, como no pueden responsabilizar al actual gobierno que no lo construyó, le endosan al “extractivismo”  la culpa de estos males.

Este negativismo es mal endémico continental, como lo evidencian algunos y bastantes hermanos colombianos que ya están buscando la quinta pata del gato y presagiando el fracaso de las conversaciones de paz, que tanto entusiasmo despertaron, que realiza el gobierno de Santos y las FARC en La Habana; pájaros de mal agüero que agudizan las dificultades que son propias de tan compleja negociación.

El vicio de buscar culpables, cuando nosotros mismos tenemos la obligación de asumir las propias responsabilidades, es uno de los valores éticos y culturales que debemos apuntalar en nuestras sociedades.

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