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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Las críticas a la reelección

09 de junio de 2014

Si se analizan las críticas a la reelección presidencial encontramos de todo. Desde las que tratan de hacer un esfuerzo contextual de las condiciones históricas, hasta las histéricas que no saben cómo manejar la angustia extrema que les provoca que el Presidente vaya más allá de 2017. Tomando las críticas de quienes se denominan progresistas, encontramos una variada gama de posiciones.

La que más llama la atención es aquella que invoca que debe haber otro candidato, cualquiera que sea, menos Rafael Correa. Algunos de esos críticos fueron exaliados de quienes ahora argumentan que la reelección debilita la necesaria formación de cuadros para el relevo generacional; la pregunta: ¿qué hicieron durante estos años para contribuir a la formación de cuadros? Critican que el riesgo de la reelección se centra en que se consolidará el poder de la burocracia y de la tecnocracia de la que fueron parte y que ahora la encuentran desdeñable.

Afirman que hablar de restauración conservadora es nada más que la construcción imaginaria de un “enemigo externo”, necesaria para el éxito electoral futuro. Lo grave de todas esas críticas es la insuficiencia en el análisis histórico; parten de una realidad y correlación de fuerzas ya inexistente -la del 2006- para el análisis político, sin comprender a fondo lo que ha ocurrido en estos siete años. La realidad política, la disputa histórica del poder, no solo de las instituciones, sino del entramado de la sociedad ha cambiado, sin embargo, quieren que prime una moralidad individual por sobre la ética política; piensan que la política es casi política pública o que la política es el Presidente; cuando lo que está en juego es la consolidación de un proyecto político que modifique substancialmente el sistema social ecuatoriano. No han entendido que este no es un proyecto reformista socialdemócrata, sino de transformación sistémica en fases que llevarán a un propio modelo de socialismo.

Hemos finalizado una primera gran fase de reordenamiento estructural y nos embarcamos en una segunda fase de inflexión sistémica que requiere un pacto social sólido de largo aliento… Nadie niega los déficits que ha tenido Alianza PAIS en términos de organización; y su deber histórico de fortalecerse políticamente. Se van aprendiendo las lecciones. Lo que sorprende de ese “progresismo crítico” es su legalismo que pone a la Constitución como un fin en sí misma: cerrada, ciega y muda; es decir, que sea letra muerta.

Cuando su tarea como cuerpo normativo máximo es guardar empatía con su raíz, su pueblo. Ese progresismo es un encubrimiento liberal trasnochado. La sociedad ecuatoriana demanda un sistema político directo porque aún hay pobreza, porque aún hay que luchar contra la desigualdad y la inequidad. Aquí no se trata de mártires, ni héroes, ni mesías, sino de militantes orgánicos. Al final el pueblo es quien decide y es lo que importa; decide quién gobierna y hasta cuándo.

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