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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Las cosas dichas con la humedad del verbo

22 de julio de 2014

Ruido de mar. Bramido de viento. Tesitura de piel liberada en la arena. Cántico derrotado en el trayecto del otoño. Médula viva que convoca amaneceres límpidos. Aires profanados desde los conventillos agrestes. Sombra sustraída de la bisagra de las miserias. Salvación ineludible ante el naufragio. Huella de romeriantes incansables. Parábola que trasciende la confusión y derrama lágrimas. Reminiscencia de amores transitados en la cornisa del delirio. Fugaz alarido de melancolía. Vértigo que entreteje remiendos de esperanza.

Así se redescubre a la poesía. Y se revela al poeta: Alfredo Villegas Oromí (Buenos Aires, 1955). Sus versos recogen la herencia de los ‘hombres de la tierra’, cuya penumbra es la consecuencia de las arrugas noctámbulas en donde se camina a la deriva. En la exposición lírica de Alfredo Villegas prevalece la ternura de las calandrias, la imponencia milenaria de los árboles, la orfandad por el agua derramada, la depredación ambiental, la indolencia ante la ‘selva rota’, el abrazo de los otros, la simplicidad del viento, las heridas que lastiman el alma, el llanto al filo de la medianoche, las periferias de la conducta humana, la desolación que sugieren las miradas perdidas, las pampas y paisajes atiborrados en el recuerdo, la querencia a flor de labios:

“Una mujer me sabe de memoria,/ con paladar alerta y sin respiros,/ pulsando cada esquina de mi cuerpo/ sin hacer la más mínima advertencia./…Esa mujer es ángel y guerrera:/ seduce con su voz mientras esconde/ un puñal y un amor bajo la almohada”. O la recurrente apreciación del final existencial en todos los tiempos de la poesía: “Me moriré sin vueltas como caen los árboles/ con las manos abiertas en la sombra,/ con la boca preñada de raíces/ y las uñas clavadas en el suelo./ Me moriré sin lluvias atravesando el monte,/ casi sin darme cuenta,/ como se acaban los muertos”.

Alfredo, a más de cultor literario -también es narrador-, mantiene un permanente activismo cultural, en su país de residencia: Uruguay, en donde dirige la Asociación De las Dos Orillas y la editorial Botella al Mar. Es autor de: Sombras de silencio, Tu sangre bajo el sol, Mensajes escondidos, Tiempo de leyendas, Poema del Ama Guasú y otros poemas, Nacimientos y agonías, Celebración de la espalda, Montevideo al sur, Pampeanías, El verdadero nombre de las cosas, entre otros libros. Ha obtenido varios premios y distinciones.

Para Jorge Arbeleche: “Lo verdadero, en poesía, no siempre es sinónimo o equivalencia de calidad. El talento del poeta consiste en transformar esa verdad biográfica en verdad poética”. Tal argumento lo cumple a cabalidad Alfredo Villegas en su profusa entrega poética, no exenta de un permanente perfeccionamiento en la búsqueda solitaria del vocablo pertinente, posiblemente, como elemento de amparo:

“Tal vez/ la palabra sea una tregua/ que nos dejan los ángeles oscuros/ cuando ya no hay lumbres en la noche./ Otra es la música/ si el verbo se incinera entre las piedras…./ Entonces,/ es ella la palabra que nos salva”.

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