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El Telégrafo

Las apariencias y sus trampas

27 de febrero de 2013

Epicuro, el gran filósofo griego de la Antigüedad, decía: “Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”. Dicho de otro modo: quien no se contenta con poco, no se contenta con nada.

Esta corta reflexión, hecha por este sabio hace casi 2.300 años, puede ser aplicable al momento actual para comprender el sentido y la dinámica del capitalismo, en un mundo en el que, de manera constante, nos está creando cada vez más necesidades de consumo. Nunca nos contentamos con lo que poseemos. No es suficiente. Queremos más; siempre estamos en la carrera de consumir y poseer más.

Los “valores” (antivalores) vigentes en la sociedad están articulados al mercado. Los valores capitalistas del intercambio están impregnados en los poros de la sociedad actual o en el mismo aire que se respira.

En el mercado del consumidor y en la teoría microeconómica neoclásica u ortodoxa, se dice que es preferible más que menos. Hay un individuo egoísta que solo piensa en la satisfacción de sus necesidades. En el mundo capitalista, los intercambios se realizan ad infinitum, todos los días del año. El mejor ejemplo es la cultura del mall y el shopping. En esa desbocada fantasía, a la que nos empujan las propagandas comerciales, estamos rodeados de tantas mercancías que nos gustaría, incluso, comprárnoslas de una vez todas, si eso fuese posible.

La idea del desarrollo con la que hemos crecido nos ha dejado la imagen de la modernización del mundo como un camino unívoco y unidireccional del que no podemos extraviarnos. ¿Pero qué significa esa modernización? Pues, en forma sencilla, el logro de la riqueza ilimitada. Sin embargo, el desarrollo no solo puede ser pensado como acumulación de capital. Por ejemplo, no podemos medirnos por la cantidad de centros comerciales que tengamos en la ciudad. He ahí la esencia del problema. Es necesario buscar otro tipo de explicaciones.  No es posible pensar que nos desarrollamos solo si poseemos más bienes o tenemos un mayor nivel de consumo y enormes construcciones de cemento alrededor.

Se nos hace urgente crear otros principios: poner límites a nuestros consumos desmedidos, tener responsabilidad social, ejercer la reciprocidad con el resto de seres humanos, y ser agradecidos y respetuosos con las otras especies con las que compartimos el planeta. Necesitamos mujeres y hombres nuevos. No estamos viviendo una película de acción de Hollywood; estamos en un enfrentamiento real con las fuerzas agresivas del mercado y del capital financiero, con sus múltiples apariencias y disfraces.

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