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El Telégrafo

Las abejas y la libertad de prensa

29 de julio de 2013

Ante lo mal que está la agricultura debido al uso de estas “monstruosidades de semillas” criadas y modificadas genéticamente, Europa va a criminalizar a los agricultores que cultiven sus propias plantas a partir de semillas no reguladas. Según la ley, va a ser ilegal el cultivo, la reproducción o la comercialización de cualquier semilla vegetal que no haya sido aprobada y aceptada por la Agencia de Variedades Vegetales de la UE.

Vale la pena repetir que, de no parar este delito, la consecuencia directa es la muerte de las abejas, por lo que la fertilización de las flores queda a merced solo del viento y con ello disminuye drásticamente la producción de alimentos, ya de por sí escasa. No se habla de un pelo de rana sino  de la existencia misma de la especie, que, según Putin, tendría que guerrear para conseguir alimentos.

Pero no se trata solo de abejas. Cynthia Palmer, que dirige el Programa para Pesticidas de la American Bird Conservancy, organización líder en EE.UU. para la conservación de las aves, sostiene: “Está claro que estos químicos tienen el potencial para afectar a toda la cadena alimentaria... Un solo grano de maíz recubierto de neonicotinoides puede matar un pájaro... Tan solo una décima parte de una semilla de maíz recubierta de neonicotinoides al día durante la época de incubación puede afectar a la reproducción”.

Por eso, nadie puede explicar por qué la prensa llamada libre, a pesar de tanta evidencia, en lugar de emprender un campaña mundial para dar a conocer este problema, más bien lo oculta o no le da la importancia que merece y guarda un silencio cómplice. Como por su magnitud no lo debe ignorar, queda suponer la existencia de algún interés creado.

¿Cuál es? Resulta que Monsanto, que controla más del 90% de las semillas transgénicas que se venden en el mundo y que produce los insecticidas neuroactivos relacionados con la nicotina, que están destruyendo la población de abejas del planeta, es una transnacional que gana 14 mil millones de dólares por año, de los que gasta 6 mil millones en promoción, algo que explica el porqué de tanto silencio, porque como dijo Quevedo: Poderoso caballero es don Dinero.

Este poder es explicado por Dan Glickman, que cuando era Secretario de Estado de Agricultura declaró: “… la única vez que osé hablar de ello durante el mandato de Clinton recibí una buena regañina, no solo de la industria, sino también de la gente del Gobierno”.

Por todas estas razones los pueblos se organizan contra las transnacionales, para defender el derecho a existir.

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