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El Telégrafo

Lágrimas nobles

05 de agosto de 2013

Una vez más la naturaleza social o sociológica de una comunidad, de un pueblo, de una nación y hasta de un continente, se revela y se muestra como un fenómeno espontáneo, admirable y aun desconcertante, porque se manifiesta como un contagio por la base con resultados imprevisibles, como ha sucedido con la inesperada partida del hoy ídolo excepcional y ya leyenda, Chucho Benítez.

Yo que nunca he pateado una pelota de fútbol, lo sentí. En mi familia y mis amigos o conocidos, que pueden o no estar ligados al fútbol, se sintió. Muchos, muchísimos, por no decir todos ustedes lo sintieron: de pronto hay un sentimiento colectivo, masivo, universal, en torno al sorpresivo acontecimiento de la muerte de quien se convierte en una figura mundial.

En situaciones como éstas es inútil y no tiene sentido ponerse a comparar lo que sucede hoy con Chucho, con otras circunstancias parecidas del pasado: es un fenómeno específico de él, por él y para él, que se eleva a niveles de nobleza no común a la naturaleza humana.

Personas y grupos humanos de muchos confines de la tierra se han impactado, conmovido, por la pérdida de una vida, cuando a diario la humanidad se entera de las pérdidas de vidas por absurdos accidentes de trenes, buses, aviones, deslaves, inundaciones, incendios, etc. etc., y lo más grave, por acciones terroristas, bombardeos, asesinatos políticos y delincuenciales.

La vida, entre los seres humanos, se pierde una sola vez y eso la convierte en lo más preciado para los individuos que tienen su propia identidad, única e incomparable, como resulta ser la huella digital.

Por eso también es que la solidaridad ante la muerte se irradia por resortes invisibles y por estímulos individualizados: una persona como Chucho no puede imaginar que sus méritos humanos y deportivos o deportivos y humanos (sin importar el orden) van a generar tal multiplicidad de reacciones afectivas hacia su memoria, hacia sus familiares, hacia su pueblo.
Y aunque las culturas han consagrado como característica de que el llanto es una expresión también de dolor por la tristeza, generalmente enraizada en el género femenino, hemos visto a hombres cercanos o lejanos de la vida del Chucho, derramar lágrimas de nobleza como reacción espontánea frente al inexplicable, único y definitivo acto de terminación de una vida que ha sido valorada en su justa dimensión.

Un minuto de silencio, un minuto de aplausos, un minuto de llanto, un minuto de palabras escritas o dichas, es lo que nos queda como recurso para expresar la solidaridad entre todos los que así sentimos.

Que esto quede grabado para resaltar la bondad de los sentimientos humanos en el pueblo de nuestra Patria.

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