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El Telégrafo

La utopía de una mujer

29 de mayo de 2013

Inteligente, carismática y decidida, son algunas características cardinales que definen la personalidad de Gabriela Rivadeneira Burbano, sin que lo dicho conlleve -desde luego- a aproximaciones de índole psicoanalítico.

Hago mención a lo anotado por la trascendencia que supone su impronta en el escenario político nacional, cuyo cobijo pretérito estuvo configurado desde la palmaria actitud machista, situación que ha sido trastocada por convicción y acción femenina. Entonces, cabe anotar que los espacios ganados por las mujeres -por derecho propio- en las diferentes esferas de la sociedad no son gratuitos.

Gabriela irrumpe con estilo y fuerza particulares. Con un fresco perfil de mujer política que reivindica los contenidos ideológicos en una nación diversa y múltiple. Se define como militante de izquierda, de esa izquierda que se mancha los zapatos en donde el pueblo vive, lucha, sufre, se alegra de sus creencias y victorias, como sugiere Frei Betto.

Otra de sus pasiones es la cultura, vista desde la intensa gestión en sus distintas manifestaciones. La cultura que permite la liberación de los sentidos y la emancipación de los sueños. La cultura que en nuestro país recobra dimensiones heterogéneas, como declaración de vida y regazo de creatividad.  

Gabriela Rivadeneira coincide plenamente con  Benedetti al afirmar: “La superación de una utopía solo se justifica si da lugar a otra, aún más intrépida”Gabriela acuña el lenguaje de la esperanza, en donde los pobres tienen mayor cabida. Su discurso -cargado de elocuencia- deja entrever profundidad en el mensaje y simbología de caracteres. En ella la dualidad fondo-forma se transmuta en una sola representación unitaria. Hay un liderazgo configurado en los variados momentos de existencia, especialmente, en la función pública por nominación popular y directa.

Su juventud es una virtud que avizora un futuro descollante en la política ecuatoriana. Ahora, la presidencia de la Asamblea Nacional es una prueba de fuego, que requiere conocimiento, tolerancia y temple. La sugerencia oportuna y la objetividad ineludible. La crítica, pero, esencialmente, la autocrítica diaria. Tarea incómoda, pero necesaria, en instancias de poder.

Gabriela esboza un grito entre la rebeldía y la ternura, para referirse a la utopía, como instrumento de realizaciones positivas y prácticas solidarias, como elemento suscitador de equidad y buen vivir. Coincide plenamente con Mario Benedetti cuando afirma que “la superación de una utopía solo se justifica si da lugar al nacimiento de otra, aún más intrépida”.

Gabriela Rivadeneira toma como suya la respuesta de Eduardo Galeano, cuando se pregunta: ¿Para qué sirve la utopía? Desde los caminos reconstituidos de nuestra patria, Gabriela continúa caminando con pasos agigantados para bien de la historia.

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