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El Telégrafo

La Troika

11 de junio de 2013

Desde su escaño, una congresista denunciaba al presidente del Gobierno, sin histrionismo pero severamente, las consecuencias negativas que tenía la crisis socioeconómica para los estratos sociales populares de la Comunidad Europea.

La deuda de los bancos con los capitales especulativos estaba provocando la pérdida de sus departamentos a los pequeños propietarios por la supresión del crédito para cumplir con los contratos hipotecarios, los cuales, elaborados con cláusulas tramposas, permitían su despojo inmediato, práctica de desalojo que motivó el suicidio para algunos agraviados.

En este grupo de expropiados estuvieron nuestros paisanos, los cuales invirtieron sus ahorros -duramente conseguidos con su trabajo- para comprar sus departamentos mediante hipotecas que,  por la falta de empleo, no cubrieron oportunamente las obligaciones financieras adquiridas, quedando sin el bien y con deudas imposibles de pagar.

El desempleo superó los cinco millones de desocupados, aparecieron las filas solidarias que ofrecían una comida gratis a los más necesitados y, como es de suponerse, entre los más vulnerables estaban los emigrantes.

Los españoles, sobre todo los menores de cuarenta años, que estuvieron lejos de la tragedia de la guerra civil española que dio origen a una crisis similar a la que estaban experimentando, se vieron ante el dilema de emigrar para sobrevivir.

El presidente aludido, en el mejor estilo elusivo gallego, contestó lamentando las circunstancias que le dejaron para gobernar sus antecesores, lo cual no le permitía desarrollar  la plataforma que lo llevó al poder y ofrecía como única alternativa la de cumplir con las exigencias de la Troika para reestructurar la deuda financiera adquirida por los grandes bancos para, de esta forma, rescatar el crédito para las futuras generaciones.

La Troika, cuyo cubil está en Bruselas -denominada así porque está representada por la Comunidad Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional-, es el poder supremo que, trascendiendo fronteras, da recetas similares para recobrar las deudas financieras de los bancos a las sociedades sometidas: privatizaciones de sectores de servicio del Estado, como son la salud y la educación; disminución de partidas en sectores estratégicos, despidos masivos, precariedad del empleo, alza de impuestos, revisión de las jubilaciones y, como bálsamo milagroso, la promoción de los trabajadores autónomos.

¿No les recuerda esto un pasado inmediato de los años noventa que tratamos de superar?

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