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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

La trampa de la armonía

17 de julio de 2014

Creíamos que solo era aplicable a las empresas familiares cuyos líderes reconocen caer en errores muy comunes que ponen en riesgo la continuidad de sus negocios de generación en generación; sin embargo, vemos que sus defectos se han extendido a todos los ámbitos de la administración, sea privada o pública, como consecuencia de la expansión económica en Latinoamérica y especialmente en Ecuador.

La arrogancia con el éxito es considerada la trampa madre de todas las trampas. Los empresarios de la primera generación hacen muy bien su tarea y ellos se han vuelto arrogantes. En una investigación hecha por el Área de Negocios Familiares del Inalde, Colombia, se encontró que 32% no considera necesario el consejo de otros para manejar su empresa, 36% no quiere asesoría sobre cómo manejar su patrimonio y 47% no acepta consultoría sobre temas de protocolo familiar.

La pérdida de valores y principios afecta al 58% de las empresas, lo cual se nota con el cambio generacional. Si los valores no son conciliados, las familias empiezan a perder la razón de estar juntas. Y el patrimonio no es la única razón de la unión de las instituciones familiares; de hecho, es el peor pegamento de la unión familiar y se deshace cuando la generación anterior desaparece.

Según los datos presentados por la investigación, el 52% de las empresas familiares no se reúne periódicamente para discutir temas estratégicos, 57% no toca temas patrimoniales, 64% omite la rendición de cuentas, 80% no hace reuniones de accionistas.

En la medida que estas empresas sigan sin órganos de control y gobierno, harán parte del 70% que no sobrevive de primera a segunda generación. Y lamentablemente, de cada 100 empresas, solamente 4 pasan a la tercera generación.

No es raro observar que la empresa familiar desconozca el verdadero concepto de sucesión, pues las personas piensan que lo más importante es determinar quién será el sucesor del fundador, cuando realmente es encontrar al sucesor emocional que mantiene la familia unida, después al líder empresarial  y, por supuesto, al guardián patrimonial.

Un 67% de las juntas directivas no ha seleccionado al sucesor de la gerencia y normalmente se originan conflictos familiares cuando el fundador nombra a su sucesor; es por eso que aún se mantienen operativos después de los 65 años de edad.

Casi un 80% no tiene estrategias explícitas para darle un lineamiento y un rumbo determinado a la organización.

Y es increíble, pero los padres empresarios no hablan con sus hijos sobre cómo se debe actuar en situaciones críticas, como secuestros, extorsión y otras situaciones de riesgo y, sobre todo, cómo no llamar la atención de los delincuentes.

Podemos, sin esfuerzo, hacer inferencias de estos vicios de las empresas familiares a otras áreas de la administración: instituciones políticas, Gobierno, organizaciones religiosas... y así por el estilo.

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