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El Telégrafo

La tercera es la vencida

13 de abril de 2012

Es el escritor vivo más importante de nuestro país. Jamás ha claudicado, ni ante las dictaduras, en su momento allá por 1963, ni ante los avatares de la coyuntura política o cultural. Su militancia literaria ha sido coherente con su compromiso con la vida, la justicia y la honestidad.

“La tercera es la vencida, últimas palabras y el oscuro resplandor”, es el nuevo libro de Miguel Donoso Pareja (Guayaquil, 1931) y que será presentado el jueves 19 de abril, en el auditorio del Centro Cultural Simón Bolívar.  Vasta y nutrida es ya su obra literaria y contempla todos los géneros: novela, cuento, poesía, ensayo, crítica e incluso periodismo. Aunque en este nuevo libro, el género es en verdad inclasificable, ya que une memoria, crítica y ficción.

Donoso Pareja es un paradigma del compromiso absoluto con el ejercicio de la escritura. Es decir, con la lectura, con la crítica y también con el periodismo y la edición de revistas culturales. Pero, además, Miguel Donoso Pareja es el gran maestro (aunque prefiere llamarse coordinador) de los talleres literarios en México (país en el que vivió 18 años) y en Ecuador, tanto en Guayaquil como en Quito.  Este trabajo creativo y formativo en los talleres literarios revela también su gran generosidad. Un trabajo constante con los jóvenes aspirantes a escritores; implacable en el análisis de los textos al punto que muchos desertaban al no poder aceptar la dureza de la crítica, ni la obligatoriedad de las lecturas ni la práctica cotidiana de lo más sencillo, casi elemental: “a escribir solo se aprende escribiendo; igual que a hacer el amor solo se aprende haciéndolo, no en los manuales del Kama Sutra”.

Donoso Pareja ha sido también un gran divulgador de la literatura ecuatoriana. A él debemos, por ejemplo, que Pablo Palacio sea conocido en varios países del mundo y sea motivo de estudio en muchas universidades.  Pero lo que más debemos a Donoso Pareja es su profunda honestidad intelectual y humana. Por ello se indigna con el perverso juego de los políticos que prefieren el interés individual al del bien común. Del mismo modo que se indigna cuando consagrados escritores nacionales se permiten errores de escritura imperdonables. Y es que en el ejercicio de la crítica también ha sido implacable, lo que ha sido asumido, por los criticados, como una ofensa personal.      

El escritor Juan Villoro (su alumno en México), repite con frecuencia que Miguel “manejaba la carta menos común en la literatura: la verdad”. Y es cierto, jamás buscó figurar y peor intentó   ganarse el favor de los medios de comunicación o de los círculos intelectuales. Pero además de la verdad, Miguel nos inculcó, a quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos, una práctica fundamental e imprescindible, la ética.

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