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El Telégrafo

La tecnología foránea

28 de mayo de 2013

Rigoberta Menchú, indígena guatemalteca, premios Nobel de la Paz (1992) y Príncipe de Asturias (1998), al reflexionar sobre la depredación de los recursos naturales, ocasionada por las técnicas transnacionales introducidas para la explotación agrícola,  expresó: “El Occidente nos obligó a copiar modelos”.   

Los modelos a los que se refería Rigoberta son aquellos procedimientos introducidos en los países subdesarrollados como avances tecnológicos para elevar la productividad de los cultivos de exportación y que han demostrado ser altamente contaminantes del medio ambiente mundial.

La sabiduría es ecuménica, debemos recordar que, al iniciarse la conquista, nuestros pueblos ancestrales-incas y mayas- tenían conocimientos de nuestro mundo en diversos tópicos superiores o similares a los europeos, estos fueron desdeñados por los conquistadores y  su aplicación fue incluso calificada como  prácticas diabólicas.

La Revolución Industrial desarrolló paralelamente tecnologías agrícolas que posteriormente fueron trasladadas a las colonias europeas, ignorando prácticas autóctonas de manejo para la conservación de los recursos naturales como son los andenes del Cusco para evitar la erosión del suelo y el manejo de la temporalidad del agua mediante diques en la Cuenca del Guayas y albarradas en las zonas secas aledañas.

Actualmente, las tecnologías generadas en latitudes que no corresponden a nuestra realidad ecológica y aplicadas en los trópicos son severamente cuestionadas por la contaminación y degradación ocasionadas por los paquetes tecnológicos extraños a nuestro ambiente y aplicados a costos financieros que el pequeño productor no puede satisfacer.  

Las tecnologías deben ser herramientas y prácticas diseñadas de acuerdo al medio natural y social donde van a ser aplicadas, guardando relación con el crecimiento y el desarrollo económico y expresadas en políticas capaces de rescatar para los campesinos la administración de su aplicación.

Los promedios de productividad de nuestro país en cultivos tradicionales son notablemente inferiores a nuestros competidores vecinos, nuestra estructura de producción agrícola está constituida por pequeños agricultores en no menos de un 80%, con superficies menores de 10 hectáreas. El cambio tecnológico, indudablemente necesario, deberá considerar estas características para que pueda ser autosustentable y adoptado por el campesinado, y no una novedad foránea que termine en chatarra y  deuda para el campesino.

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