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El Telégrafo

La tecnificación agrícola

30 de enero de 2012

Los países como el nuestro, en “vías de desarrollo”, invierten considerables recursos financieros para obtener instrumentación y metodología tecnológica.

Un ministro de Agricultura europeo, tratando el tema ante un grupo de colegas de los “países en desarrollo”, al ser interrogado sobre el nivel a llegarse con la tecnificación, respondió: “Hasta el punto que quiebres”. La respuesta advertía la necesidad de analizar los niveles asumibles de tecnificación que puedan ser sustentables.

En el Ecuador, en los años 60 se evaluaron los recursos naturales que tenía para el desarrollo, destacándose los recursos hídricos en la Cuenca del Guayas y con este objetivo se construyeron importantes obras para el almacenamiento del agua, como la represa Daule-Peripa y sistemas de distribución del agua. Lo cual significó cuantiosas inversiones financieras del Estado en consultorías, obras y herramientas.

En la Cuenca del Guayas, el arroz es uno de los cultivos emblemáticos y, no obstante la infraestructura construida, los promedios de producción no han variado significativamente en los últimos veinte años y son inferiores a los obtenidos en países competidores vecinos.

No hay duda de que existe una brecha de capacitación entre la propuesta tecnológica construida y su aprovechamiento eficiente.

El Sistema de Intensificación del Arroz (SRI), método preconizado por el doctor Norman Ophoff, de la Universidad de Cornell, y validada por Jorge Gil Chang, con pequeños productores del valle del Daule, han obtenido producciones que duplican a las establecidas. Esta propuesta consiste en potenciar la aptitud y conocimientos del campesino sobre el cultivo aprovechando una tecnología de simple manejo con resultados importantes no solamente por el aumento de la producción, sino también por elevar la autoestima del campesino, lo cual contribuye a interesarlos en el aprovechamiento de la infraestructura existente.       

Los resultados exitosos obtenidos con este método han movilizado a millones de campesinos pobres en Asia y se podría esperar similares resultados positivos con las Unidades Productoras (UP) de hasta 10 ha del país, que constituyen el 65% del total de los productores de arroz, de las cuales depende directamente una población potencial de 250.000 personas y la seguridad alimentaria nacional; y los campesinos siguen tan pobres como los describe Enrique Gil (1942) en su libro “Nuestro pan”.

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