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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

La suma de todos los males

08 de septiembre de 2014

Se puede combatir la tiranía, pero hay que ser astutos con la maldad desinteresada. Hay incluso que alentarla, esperar que su lógica se convierta en demencia. Calígula. Camus.

Cuando se conoce que la Segunda Guerra Mundial resolvió por completo la Gran Crisis de los años 30, entra pavor ante la posibilidad de que la crisis de hoy se la intente resolver mediante una nueva guerra cuyos prolegómenos serían los actuales genocidios llevados a cabo por parte del gobierno nazi de Kiev y del gobierno sionista de Israel en el sureste de Ucrania y en Gaza, respectivamente.

Y uno se pregunta: ¿Es que no habrá otra solución menos escabrosa y diabólica para salir de la crisis actual que un destripe atómico? Se podría, por ejemplo, aportar fondos para alimentar a un mundo que se muere de hambre y de sed o desarrollar un programa de vivienda popular que dé techo a los millones de pobres que en la actualidad nacen, crecen, se reproducen y mueren en las calles de numerosas ciudades del planeta. Invertir en la resolución de estos problemas sería una manera racional de movilizar a las fuerzas económicas paralizadas y detener la locura bélica que se ha apoderado de los altos mandos de EE.UU. y la UE, que pone en peligro la existencia misma del planeta.

Porque parecería que se está cumpliendo la visión profética de presidente Eisenhower cuando en su discurso de despedida alertó sobre el desastroso crecimiento del Complejo Militar Industrial, establishment al que llamó un ‘poder fuera de lugar’ que redunda en amenazas resultantes para las libertades individuales y el peligro de que la política nacional de EE.UU. se transforme en rehén de una casta científico-tecnológica. ¡Vaya, vaya, qué General para enterado!

Es que no se encuentra otra explicación plausible que explique la agresividad en todos los puntos del planeta del imperialismo mundial globalizado, la alcahuetería con que los gobiernos de mojiganga europeos protegen intereses foráneos en detrimento de los de sus propios pueblos, la persistencia con que en cada instante se profundizan las guerras de extermino en Ucrania y Gaza, la impunidad con que actúan las autoridades nazisionistas de Kiev e Israel y el silencio de la gran prensa mundial ante las atrocidades que estas autoridades cometen día a día.

Todo esto hace temer lo peor, una confabulación mundial para que estalle una nueva guerra que resuelva los problemas político-económicos del actual sistema imperialista globalizado. Por todos los medios acosan a Rusia con el propósito de que intervenga en Ucrania y nada de lo que haga o diga el presidente Putin para evitar la guerra parecería calmarlos y más bien los estimula para buscar nuevas canalladas que hagan inevitable este diabólico propósito.

El imperialismo mundial globalizado es la suma de todos los males que la humanidad ha conocido hasta el día de hoy, es lo más parecido a la bestia apocalíptica del Nuevo Testamento y, de no ser detenido por la lucha unitaria e inteligente de todos los pueblos del mundo, puede acabar con la mayor obra de Dios: la especie humana.

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