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El Telégrafo

La suerte está echada

14 de febrero de 2013

Esta antigua expresión latina significa que la decisión ha sido tomada y no hay vuelta atrás. Se la atribuye a Julio César al cruzar el río Rubicón con sus tropas, ocasión en que habría gritado: “Alea jacta est”, para significar que los dados habían sido lanzados y marcaban el destino de su acción.

La expresión bien podría ser atribuida ahora al pueblo ecuatoriano, que, según muestran las encuestas, ha decidido votar masivamente por la continuación de la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa. Lo que es más, esa decisión abarcaría también a la composición de la próxima Asamblea Nacional, que tendría una amplia mayoría de representantes de Alianza PAIS y sus aliados.

Si las cifras electorales confirman la tendencia que marcan las encuestas, estaríamos ante un fenómeno absolutamente inédito en la historia ecuatoriana, cual sería la segunda reelección inmediata de un candidato, para redondear un período de gobierno de diez años.

¿Cómo puede explicarse objetivamente este fenómeno, que marca una ruptura con la inestabilidad crónica de la década anterior? Hallo que hay varias razones confluyentes. De una parte, el cansancio del pueblo frente a los juegos tramposos de la politiquería, expresado en el desprecio a la “partidocracia” y la paralela búsqueda de un liderazgo político distinto, capaz de renovar el sentido y formas de la democracia. De otra parte, el reconocimiento a la lealtad de Rafael Correa con los anhelos populares.

A lo anterior cabe sumar otra razón trascendental: la formidable obra de transformación física, administrativa y espiritual efectuada por la Revolución Ciudadana. Donde ayer no más prevalecían el atraso, la inoperancia del Estado, el olvido oficial hacia las mayorías y el privilegio para los poderosos, hoy amanece un país que camina con pie firme hacia el desarrollo, que se empeña en remediar viejas injusticias y antiguos olvidos, que privilegia a los más pobres y débiles.

Lo mejor es que la desesperanza del pasado ha sido sustituida por una renovada confianza del pueblo en su futuro y por la certeza de que el voto, usado a conciencia, puede ser un mecanismo de transformación de la sociedad.

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