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El Telégrafo

“La solución está en nosotros mismos”

15 de junio de 2013

Durante mucho tiempo, los países latinoamericanos, pese a compartir historia y lenguaje, hemos vivido ignorándonos los unos a los otros. La colonización que sufrimos durante siglos dejó honda huella en nuestras élites políticas, sociales y económicas, que buscaron guía y referencia en Europa y, más tarde, en Estados Unidos. El divorcio era tal que un país-continente como Brasil estuvo durante siglos casi ausente en la concepción regional, existiendo igual situación en el gigante país respecto de sus vecinos de habla hispana.

Al consolidarse el dominio capitalista con caracteres imperiales, participamos en diferente grado de las vicisitudes que acompañaron nuestro acoplamiento. Nos impactaron los grandes sucesos mundiales y comprendimos por fin que, para alcanzar la segunda y definitiva independencia, era preciso actuar unidos, compartiendo esperanzas y esfuerzos. Nos reconocimos en los grandes problemas que agobian a nuestros pueblos: pobreza, desnutrición, ignorancia, falta de oportunidades y sus secuelas y, por sobre ello, en las  desigualdades  abismales entre pequeños grupos que gozaban de todos los privilegios y mayorías privadas de toda oportunidad de progreso.

Los anhelos integracionistas que preconizaron nuestros libertadores comenzaron a tomar forma. Se crearon la Unasur, la ALBA, la Celac...Como un coloso que despierta, a inicios del siglo XXI, después de mucha sangre y sacrificios de generaciones, reaccionando a los agravios ocasionados por la explotación de las metrópolis y de los grupos privilegiados, los pueblos sudamericanos dieron un paso histórico, al elegir como sus gobernantes a quienes representaban una diferente visión acerca de los caminos que debíamos abordar. Así sucedió en Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay y Ecuador, con el ejemplo legendario de Cuba. Los anhelos integracionistas que preconizaron nuestros libertadores comenzaron  a tomar forma. Se crearon Unasur, ALBA, Celac; empezó la utilización del Sucre; se impulsa el Banco del Sur y, en todos los órdenes, se vive un afán integracionista, por sobre nuestras diversidades.

En ese entorno llegó a Ecuador Lula, el popular y exitoso expresidente brasileño, que en su corta visita demostró por qué un antiguo trabajador metalúrgico y dirigente sindical, después de varias derrotas, obtuvo casi 50 millones de votos. Recibió múltiples honores, incluyendo dos doctorados Honoris Causa, y llamó a buscar las soluciones en la unidad regional de nuestras fuerzas internas.

Ecuador considera como un gran honor y un símbolo que el obrero y expresidente  Lula presida la Unasur.

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