(Todas las ideas expresadas en este artículo son producto de una entrevista realizada al iluminado rabino laico humanista Dr. Efraím Zadoff)
Hay una inconsistencia lingüística en el término Holocausto. Cuando la Biblia menciona los holocaustos, lo hace en referencia a los sacrificios llevados delante de Dios. La matanza sistemática de seis millones de judíos no fue un sacrificio. Fue una catástrofe. Una Shoá.
La Shoá fue una decisión ideológica para eliminar una etnia, simplemente por el hecho de serla. Y la metodología iba desde la más artesanal hasta la más industrial. La “Solución Final”, 45 años después de que Theodor Herzl llamara a la soberanía del pueblo judío para evitar una decisión que los exterminaría, no es ciencia ficción. Entonces los judíos, incluso aquellos que no tuvieron ningún familiar víctima de la Shoá, sienten la necesidad de tenerlo presente todo el tiempo porque, de consumarse en plenitud, no estarían aquí. Y la humanidad lo recuerda porque muchos, seguramente, tampoco estaríamos. Comenzando por los que creemos en los gobiernos democráticos y pluralistas.
La Shoá es el recuerdo de la deshumanización del ser humano. No es la mistificación de un hecho histórico. Es la renovación constante de nuestros fracasos como especie cuando la replicamos en Darfur, en Armenia, en Ruanda. Es el recordatorio de las consecuencias de estar dispuesto, como ciudadanos, a sacrificar nuestros derechos civiles a cambio de orden; las consecuencias del silencio de los muchos, de la indiferencia social.
Existen cerca de 28.000 “Justos entre las Naciones”, personas reconocidas por el Estado de Israel por su ayuda a judíos durante la Shoá. 28.000, cuando murieron 6 millones. Entonces estos “justos” se convierten en el prototipo del ciudadano. Aquellos que hicieron algo movidos por su condición humana. Manuel Muñoz Borrero es un paradigma del humanismo, cumplió con la humanidad. Por él también debemos recordar a la Shoá.
Nuestra condición como seres humanos no nos puede alejar, precisamente, de lo humano. La Shoá es un proceso de educación, de aceptación a la minoría. Hoy, en el Día Internacional de la Memoria de las Víctimas de la Shoá, debemos asimilar como propia la catástrofe. Debemos apropiarnos de la tragedia, dolernos en la tragedia y humanizarnos en la tragedia. Y habrá aquellos que nieguen la Shoá. Negar la Shoá es colaborar con la Shoá. Negar la Shoá es buscar la manera de perpetuarla. El Talmud nos enseña a ser el Otro, a tratar al Otro como a uno mismo. ¿Por qué recordar la Shoá? Porque siempre debemos recordar al Otro, de eso depende nuestra humanidad.