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El Telégrafo

La sexualidad del adulto mayor

23 de diciembre de 2012

La sexualidad es un proceso humano que abarca toda la vida. Es una necesidad individual objetiva, de la herencia biológica animal, y es propia del campo subjetivo con las características de cada cultura. Es también una necesidad que la sociedad debe atender y el Estado garantizarla en el contexto de la vida familiar y la educación.   La satisfacción de esta necesidad, es decir la vida sexual y reproductiva saludable, es un derecho humano que debe ser abordado de manera multidisciplinaria.

A veces se ignora, subestima o malinterpreta la sexualidad de los adultos mayores, con el prejuicio de que no tienen esos deseos, o no tienen la capacidad para satisfacerlos o de que ya no son deseables los unos para los otros. Pero todos/as mantienen el interés y preocupación sobre esta actividad humana, esencial en todas las edades.

Es verdad que en edades avanzadas suele haber falta de compañero/a y que las mujeres viven más que los hombres, lo cual perfila una situación limitante en este sentido.  También es verdad que la actividad sexual declina con la edad, pero nunca termina. “Muchos individuos continúan su actividad sexual en la séptima, octava y aún novena década de la vida” (cita de los estudios de hace más de quince años de Bretschneider, MacCoy y O’Conor, Elías Anzola en la publicación científica 546 “La atención de los ancianos” de la Organización Panamericana de la Salud). Hoy la situación es aún mejor por su empoderamiento, aunque, como dice el autor, continúa una concepción sexista y “vejecista” en la sociedad.

La mayor o menor capacidad de erección en los hombres no afecta el deseo, el interés o el disfrute, pero puede requerir una estimulación más prolongada por parte de la compañera.   Tampoco se afecta la función sexual en las mujeres, aunque la atrofia de la piel, mamas y genitales provoquen disminución de la autoestima. Pero hay alternativas (como la lubricación) para el pleno disfrute de la relación.

No es justo que hijos o nietos restrinjan la expresión de la sexualidad de los abuelos, como no es justo que cada miembro de la pareja atribuya sus debilidades al otro/a.    Aún queda mucho por aprender, en todas las edades, sobre los nuevos campos, más libres, de la sexualidad.


Estas y otras reflexiones deben ser fruto de investigaciones y actualizaciones, para la docencia y los servicios, propios de los nuevos programas de la Universidad del Adulto Mayor.

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