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El Telégrafo

La sexta economía del mundo

12 de enero de 2012

“Sé qué es la desesperación de una madre que está delante de un fogón sin gas y sin lo más elemental para hacer una comida para sus hijos… Quienes nunca han pasado hambre ni necesidades, no saben qué son 80 dólares en manos de una madre de familia pobre”, lo dijo el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. El día de su toma de posesión, Lula embarcó a todo su gabinete en un avión y les enseñó todos los barrios miserables de su país, y, como resultado al final de su administración, obtuvo un gran logro: 28 millones de pobres menos, redujo los niveles de desnutrición y desescolarización de los niños.

En la actualidad, Brasil es la sexta economía mundial, desplazando de ese lugar a Gran Bretaña. Cuando empezó su Gobierno, el 10% de la población más rica era dueña de la mitad del dinero de ese país y les dejaban a los más pobres apenas el 10%. Lula aumentó el salario mínimo en un 62% en cinco años, con voces opuestas que advertían que lo único que lograría era el crecimiento de la inflación. Al contrario de lo que pronosticaban los
tecnócratas, la inflación nunca se incrementó. En  2008, Brasil salió adelante gracias a la reducción de la pobreza, el consumo creció siete veces más en los sectores populares y los proletarios comenzaron a ser tratados como ciudadanos.

Una estrategia clave fue “bancarizar a los pobres”, en un año 45’000.000 de brasileros contaban con cuentas bancarias activas, y esto hizo viable una segunda estrategia: no dejarles a los intermediarios la administración ni la entrega de estos recursos públicos. Reciben una tarjeta magnética con la que pueden ir al banco y sacar el dinero. La tercera garantía del éxito fue tener registros de calidad y seguimiento a los programas de asistencia social y sus beneficiarios.

Su sucesora, Dilma Rousseff, sobrepasa ya la gran popularidad de su antecesor. La tasa de desempleo de Brasil es del 6% y su clase media llega a los cien millones de personas. Al concluir  2011, más de 33 millones de habitantes han podido salir de la pobreza, gracias a la implementación de políticas públicas bien concebidas y planificadas, siendo esto la clave de un mejoramiento sustancial en áreas otrora marginadas del progreso. Además, esa nación registró un crecimiento económico de 3%, manteniendo una inflación baja y tipos de interés decrecientes, lo que le permitió reducir notablemente las inequidades. La generación de millones de empleos formales disminuyó el trabajo infantil, ahora esos niños y jóvenes estudian en las 214 escuelas de educación básica y 14 universidades nuevas. En Brasil, un modelo de inclusión social llevó a un desarrollo sostenido. Por lo expuesto, estoy convencido de que no hay nada más barato que invertir en los pobres. Así los ricos también se benefician, cuando los desposeídos dejan de serlo.

Consecuentemente, nuestro Gobierno va en esa misma dirección, emulando el ejemplo de Brasil, como adalid del auténtico “Socialismo del siglo 21”.

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