Los ejércitos marchan sobre sus estómagos, esta sentencia de Napoleón, sobre la importancia de la seguridad del abastecimiento de alimentos, fue válida durante la intervención de los Estados Unidos en la guerra mundial y su posterior injerencia en los años sesenta en la Guerra Fría, períodos en los cuales, para garantizar su estrategia bélica, impulsaron la denominada segunda revolución agrícola, modernizando la mecanización y paquetes tecnológicos para la obtención de mayor productividad, influyendo en políticas de desarrollismo, pretendiendo corregir el desequilibrio económico de las zonas rurales por incremento de la producción agrícola para superar la pobreza y el hambre, sin considerar que el sistema de producción para el desarrollo es global, incluyendo al ser humano, el medio ambiente que lo rodea y su trabajo.
En estas circunstancias apareció la denominada Revolución Verde, aumentando notablemente el volumen de la producción de granos y cereales sin que esto significara una mejoría de la calidad alimentaria para mejorar la nutrición.
En los países subdesarrollados se acentuó la dependencia tecnológica, mientras que en los países desarrollados en los cuales los productores como los de los Estados Unidos contaban con subsidios para aumentar la producción facilitaron que los excedentes se exportaran para competir deslealmente con la producción obtenida por los países dependientes.
De esta forma, los productos agrícolas pasaron a ser valores financieros y de intercambio comercial antes que artículos alimentarios para satisfacer requerimientos nutricionales, distorsionando su función primaria de alimentar a la gente para convertirse en mercancía manejados por pequeños grupos de gran poder político y de terratenientes que, para aumentar la producción para poder competir con las ofertas más baratas ampliaron la frontera agraria interviniendo los bosques naturales.
La FAO indica que existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana. Este paradigma será posible en la medida en que los pequeños productores -los cuales son los que nos han permitido una relativa seguridad alimentaria- se organicen, se capaciten y reciban el apoyo decidido del Estado para la adquisición de una tecnología adecuada para mantener nuestra seguridad alimentaria.