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El Telégrafo

La salud mental de nuestro pueblo

26 de mayo de 2012

Desde sus años de estudio de pregrado en Medicina y doctorado en Siquiatría en Buenos Aires, la ecuatoriana Isabel Ramírez Ramos tenía un sueño: servir en forma gratuita a los sectores populares en el ámbito de la salud mental.

Durante sus 30 años de residencia en Argentina, se fogueó en el contacto con sectores pobres de la población adquiriendo una gran experiencia, que fue cortada con la aparición de la sangrienta dictadura militar, por lo que debió salir del país. Regresó al Ecuador deseosa de ofrecer su aporte, en forma inédita, alejada de la concepción de entonces de recluir al enfermo en los llamados manicomios, de los que no salía más debido al olvido y prejuicios de los propios familiares. Ofreció su colaboración en forma gratuita en el Lorenzo Ponce, sin obtener respuesta.

Regresó a Buenos Aires y durante años mantuvo un consultorio afamado al que le sobraban pacientes. Pero su pensamiento estaba siempre en Ecuador y en la necesidad de enseñar lo aprendido. Desde el inicio de la Revolución Ciudadana participó en cada elección viajando desde la capital argentina hasta Guayaquil para depositar su voto.

Finalmente decidió regresar y plantear al nuevo gobierno su antiguo empeño. El Ministerio de Salud acogió su propuesta y en poco tiempo surgió en Calderón, provincia de Pichincha, un centro piloto de atención mental comunitaria, en el cual incorporó a un grupo de siquiatras y sicólogos jóvenes a los que entregó sus conocimientos, contagiándolos de su increíble capacidad de trabajo. Todo el pueblo es testigo de su esfuerzo.

Fueron atendidas cerca de ocho mil personas. La crudeza de la situación se visibilizó. La pobreza implica promiscuidad y ella propicia violaciones, incestos, violencia intrafamiliar. El consumo de alcohol y drogas afecta a muchos. Ante esos retos el centro buscó el contacto con las escuelas fiscales vecinas para realizar, junto a una labor curativa, la de prevención. Recibió múltiples felicitaciones, incluso de la OPS. En forma curiosa, el Ministerio de Salud, que recibe tantas quejas por el funcionamiento de sus hospitales, nunca exhibió este logro tan importante.

La doctora Ramírez buscaba formar profesionales que asuman los centros que deben crearse en el país. Lamentablemente no se le renovó el contrato que suponía la continuidad de la tarea y volvió a Argentina. Ojalá el Ministerio aquilate la importancia de su aporte y la recupere para que siga esparciendo semillas que contribuyan al buen vivir.

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